Capítulo 14

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Desde que Luis cerró esa puerta mi corazón no había dejado de latir a toda velocidad. Y estaba convencida de que, en cualquier momento saldría de esta pesadilla. Porque tenía que ser eso, un mal sueño del que iba a despertar.

Las lágrimas picaban en la parte posterior de mis ojos y no quería aceptar ese chantaje. Mis ojos se cerraron con fuerza, al tiempo en el que sentía como el pánico envolvía todo mi ser. El dinero era algo que no abundaba en mi familia. Y ahora, tener que dárselo a Luis lo había complicado todo. Sentía como la angustia se apoderaba de mi pecho y solo podía coger aire y cerrar los ojos.

Pedirle el dinero a mi abuela no era una opción. Apenas nos daba para pagar el alquiler del apartamento y un par de compras mensuales.

Piensa Carolina...

Las pocas ideas que alcanzaban a rozar la superficie de mi cerebro se convertían en insignificantes. Pero no podía quedarme de brazos cruzados y arriesgarme a perderlo todo. Con las pocas fuerzas que me quedaban me levanté del suelo. Con paso decidido entré en mi habitación. Escaneé cada rincón en busca de algo de valor, con un poco de suerte podría venderlo y sacar algo de dinero.

Abrí los cajones y solamente encontré baratijas. Nada que pudiese servirme. Seguí buscando en mi armario y tampoco logré encontrar nada. Frustrada, me senté en la cama. Y entonces lo vi, mi viejo portátil. Lo cogí entre mis manos y la melancolía me invadió. Recuerdo perfectamente que estuve persiguiendo, literalmente, a mi abuelo por medio año. Mis dos únicas amigas del instituto tenían un MAC y yo, que en ese momento hacía todo lo que ellas, también quería uno.

La situación en ese momento tampoco era buena, aunque mi abuelo, a escondidas de mi abuela lo compró. Las navidades del dos mil doce fueron las mejores para mí. No solo por qué conseguí ese portátil, sino porque había estudiado muchísimo para contentar a mis abuelos. Después de aquel trimestre, las que consideraba mis dos únicas amigas, dejaron de hablarme porque era una empollona. Me quedé sola en todas las clases y recreos. Nadie se juntaba conmigo ni querían hacer los trabajos de clase. Dejé de estudiar y repetí curso, aunque no sé si fue para mejor o peor...

Pasé mis dedos por encima del portátil y con angustia lo metí dentro de una bolsa. Me colgué mi bolso y antes de salir de la habitación, un estuche llamó mi atención. Mordí mi labio nerviosa y observé indecisa que hacer. Lo abrí y allí estaba todo mi material de trabajo. La cámara, los dos objetivos y una pequeña cámara de vídeo. Una vocecilla en lo profundo de mi cabeza me dijo que lo cogiera. Pero no podía, ese material no era mío y si Martín se llegase a enterar, podría despedirme.

Cerré el estuche, pero una ráfaga de valentía me hizo abrirlo de nuevo y coger uno de los dos objetivos. Sé que más tarde podré comprarlo de nuevo y Martín no se enterará.

Cogí mi bolso y con cuidado puse el objetivo dentro de la misma bolsa en la que estaba el portátil. Cuando entré en el salón el timbre resonó por el apartamento.

Es él. Estaba segura de que volvía para atormentarme. Había venido de nuevo a reírse de mí y a asegurarse de que haría lo que me pidió. Mi mandíbula se apretó con fuerza y tragué duro. Con la poca dignidad que me quedaba abro la puerta enfadada.

-¡Ya te he dicho que te daré el dinero, deja de molestarme!-Grité en frente de él.

-¿Qué dinero? ¿De qué hablas?-Diego me preguntó desconcentrado.

Abrí la boca dispuesta a justificarme, pero nada salió de ella.

-¿Carolina?

-Tengo prisa.-Dije. Pasé por su lado y cerré la puerta. No tenía tiempo de hablar con nadie. Su mano cogió mi brazo y tiró de mí hacia atrás.

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