Capítulo 17

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Llegué a casa después de haber pasado la noche con Diego, no en la misma cama, pero con Diego. Había sido extraño para los dos. Cuando me desperté, él ya estaba despierto. Desayunamos y hablamos, tranquilos sin ningún tipo de incomodidad. Me llevó a casa y se despidió de mí. Se iba a entrenar y lo veía muy positivo. Quería demostrarle al club que el no era la clase de persona que describían las revistas. Quería demostrarles a todos los que confiaban en él que no los defraudaría.

Conchi y mi abuela no estaban en casa. Últimamente apenas las veía y en verdad las echaba de menos. Martín no dejó de insistir por teléfono. Durante la mañana me llamó más de quince veces. Mensajes y más mensajes. También tenía claro que el algún momento tendría que dar la cara. Y aunque me gustaría saltarme esa parte, no podía.

Llegué a la revista con los nervios a flor de piel. Tenía pensado fingir delante de mi jefe. Había tomado una decisión. Iba a aguantar las dos semanas restantes que me quedaban disfrutando de la compañía de Diego. Pensando, como le explicaría lo que había hecho y como suplicaría porque me perdonara...

Llamé a la puerta y la voz de Martín sonó detrás de ella. Cogí aire. Cerré los ojos y entré con mi mejor sonrisa. Mi jefe ojeaba unos papeles encima de su mesa. Esperé a que terminara porque sabía perfectamente que odiaba que le interrumpieran. Cuando lo hizo se recostó en su sillón.

-Bueno. Cuéntame ¿Qué novedades me traes?

-De momento nada más Martín... Es un hombre muy reservado. Creo que no confía en mí.

-No confía en ti dices... Pero te llevó a dos partidos.

Sabía que engañar a Martín no sería fácil. Lo sabía. No era estúpido. Pero yo tampoco lo era.

-Lo sé. Pero a penas me cuenta nada.

-Pues tendrás que espabilarte. Solo te quedan dos semanas y no me has traído nada interesante Carolina.

-Algo conseguiré Martín.

-Eso espero. No me gustaría que la última vez que nos viéramos fuera en los tribunales.

-Y no será así.

Nuestra conversación no fue como pensaba. Martín sospechaba. Y eso solo podía traerme problemas. Me alejé de su oficina con el corazón encogido. Tenía que ser más inteligente que él. Tenía que salir de esta de alguna forma. Llegué a casa de Olivia. Como siempre, estaba dispuesta a escucharme y ayudarme.

Me abrió la puerta vestida algo peculiar... Olivia era la típica que se arreglaba incluso para comprar el pan. Pero hoy iba diferente. Nunca la vi en chándal. Jamás. Ni siquiera en educación física era capaz de ponerse el chándal. Eso tiene que ver en que el profesor la suspendiera año tras año. Y tuviera que recuperarla en septiembre en un examen teórico. Mi amiga era muy cabezona. Y si algo se le metía en la cabeza, por difícil que fuera. Lo conseguiría.

-¿Problemas en el paraíso?-Le pregunté.

-Odio a los hombres ¡¡¡A todos!!!

Cerré la puerta detrás de mí. Olivia estaba realmente mal. Y me apenaba. Era una mujer que amaba con todas sus fuerzas. Siempre dispuesta a todo en sus relaciones. Aunque su pareja y ella fueran el uno para el otro, al final las similitudes acababan explotando. Los dos eran perfeccionistas, cultos, educados y a veces algo altivos.

Se tiró en el sofá. El moño alto que llevaba rebotó con la fuerza de la caída. Se tapó los ojos con su brazo. Encima de la mesa había envoltorios de comida, que juraría que jamás se comería. Chocolate, bollycaos, donuts, doritos...

-¿Qué has hecho aquí Olivia?¿ La matanza de las calorías?

-Estoy deprimida.

-Me he dado cuenta. A ver, cuéntame...

A través de CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora