Crucio

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-¡¡ALOHOMORA!!- esa voz...

-¡Draco!- grité, me dió un subidón de adrenalina y pude safarme de Terence, fuí corriendo hacia él y le abracé lo más fuerte que pude.

-Pequeña, ¡¿te ha hecho algo ese gilipollas?!- me gritó en un susurro.

-No, llegaste tú para salvarme- dije separandome de él y dedicándole una gran sonrisa, a lo que él me correspondió, pero rápidamente cambio su rostro a uno de ira y se giró hacia Higgs.

-Tú, ¡ven aquí y lucha como el hombre que te crees que eres!- gritó.

-¡Crucio!- dijo Terence, cuando me dí cuenta de lo que había pasado, Draco ya estaba tirado en el suelo retorciendose de dolor, se me cayó el mundo al piso al verlo en esa situación, asi que reuní el poco coraje que me quedaba y alcancé la varita de Draco.

-¡Expeliarmus!- dije. Su varita salió volando, lo que me dió oportunidad para acercarme a él y colocarle la varita en el cuello.

-Eres un psicópata- le dije casi llorando. Le lancé un hechizo con el que le encadené, no me sentía segura estando en su misma habitación pero necesitaba ver como se encontraba Draco.

Me giré y lo ví muy mal, estaba pálido, más de lo que ya es, tenia manchas de sangre en la ropa y en el suelo habían otras más grandes que salían de distintas partes de su cuerpo. Me acerqué corriendo.

-Draco, por favor, hablame- dije al borde del llanto. Cogí su mano. Estaba fria -Si esta es la última vez que te voy a hablar, quiero que sepas que te amo, eres lo mejor que me ha pasado nunca- dije ya llorando, no podía creerme que el chico del que tan loca estaba fuera a morir en mis brazos. Al decir eso noté como apretaba la mano contra la mía, entrelazando nuestros dedos, cosa que me hizo llorar aún más.

Entonces llegó la profesora McGonagall y lo llevaron a la enfermería, y a Terence a Azkaban.

Se lo merecía, si Draco moría por su culpa no se lo perdonaría jamás.

Ya era de noche.

No tenía hambre.

Solo pensaba en Draco.

Todos estaban en el Gran Comedor. A mi no me dejaban entrar a verlo, pero aproveché que seguramente Madame Pomfrey estaría comiendo para meterme a hurtadillas.

Me senté a su lado y le empecé a contar muchos cuentos, ya que sabía que le gustaban mucho. Él simplemente no reaccionaba.

Me mataba verlo así...

Después de una media hora tuve que salir corriendo ya que escuché los pasos de Madame Pomfrey.

No quería dejarlo solo, pero si hacía una locura como esta por él me mataría...

Mi princesa SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora