Regreso

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Me dí la vuelta y fui a seguir mi camino cuando sentí una mano agarrando la mía.

Me quedé helado.

-Dra-draco...- susurró una delicada voz.

Esa voz que desde hace tanto tiempo había querido volver a escuchar.

La que salía por los labios que acababa de besar. Sin pensarlo dos veces me puse a llorar, me quedé en shock. Ni si quiera me habia dado la vuelta cuando dijo algo que me impresionó:

-Claro que me acuerdo...

En ese momento me di la vuelta y la abracé con todas mis fuerzas, y, justo ahí, me prometí una cosa:

No la volvería a perder jamás.

Después de unos minutos llorando en su hombro, mientras ella me acariciaba el pelo, me separé para por fin ver esos ojos que tanto me volvían loco.

Nos quedamos mirandonos fijamente unos segundos, y, sin esperarlo, ella me cogió de la nuca y me dió un cálido beso.

Al principio me quedé impresionado y no hice nada, era ella la que actuaba, pero al darme cuenta de lo que pasaba le correspondí.

Nuestros labios se movían al mismo compás, encajaban perfectamente.

Poco a poco, me fui acomodando en la cama, inclinándome hacia ella, y apoyándome en mis antebrazos.

El beso se fue tornando a más apasionado, y cuando creí que era el momento, pedí paso con mi lengua para entrar en su boca, y así fue.

Estuvimos así minutos.

Era el reencuentro perfecto.

Todo lo que no habíamos podido comunicarnos en este largo tiempo lo habíamos hecho con ese beso.

Pero, como no, todo lo perfecto acaba en algún momento.

La profesora McGonagall vino a buscarme y...

Pues nos vió.

Carraspeó para que nos diéramos cuenta de su presencia, y yo como un lince salí de encima de ella quedandome de pie al lado de la camilla.

-Me alegro de que ya se haya recuperado señorita _____. Y veo que ha tenido la mejor bienvenida- dijo mirandome.

____ y yo nos sonrojamos.

-Avisaré a las doctoras, por favor, dejen toda su ropa donde está- dijo y seguido esto se marchó.

Al oír la puerta cerrarse ____ y yo soltamos un suspiro a la vez, nos miramos y empezamos a reir como focas tontas.

Me encantaba estar a su lado.

Paramos de reir cuando unas doctoras entraron para darnos la noticia de que ____ se podía ir con nosotros.

Le habían dado el alta.

Hacía meses que no sentía esta felicidad. Bueno, en realidad, hacía meses que no sentía algo que no fuera tristeza.

Salimos los tres de ahí con los polvos Flus, y lo primero que hicimos fue ir a ver a nuestros amigos, porque sí, ya se habían convertido en los mios también.

Fuimos corriendo al Gran Comedor.

Llegábamos en el mejor momento, ya que había aparecido la comida.

Cuando abrimos las puertas del comedor a Hermione se le cayó un plato de las manos, haciendo mucho ruido al romperse, lo que hizo que todos se cayaran y se centraran en ____.

Ella fue corriendo hacia Harry y le dió un abrazo, he de decir que sentí algo raro en mi estómago cuando le abrazó, pero no sabría decir qué exactamente.

Cuando acabó de saludar a todos nos sentamos a comer.

La verdad es que lo necesitaba.

Luego nos fuimos a nuestro cuarto, y ____ me empezó a preguntar que pasó mientras ella no estaba, pero claro, yo no salía de mi cuarto, asi que no le pude decir nada...

-Oye, ____... tengo que decirte algo...- le dije.

-Si es sobre el beso... lo siento. No quise obligarte a hacer nada, de verdad... fue... un impulso- se quedó roja como un tomate, lo cual me causó mucha gracia y solté una carcajada.

-No seas boba, no es eso- dije sonriendo, a lo que ella soltó un uuffff -en realidad solo quería decirte que me alegro muchi de que ya estés bien- dije sonriéndole. Ella se sonrojó debido a esto.

-Pues, ahora que lo dices, a mí también me gustaría decirte algo...

-Claro, dime.

-Es que... a lo mejor te da algo de vergüenza, pero quiero que lo sepas...- me estaba empezando a asustar bastante. No tenía ni idea de qué podía ser.

-Bueno, adelante. Dime- la apresuré.

-Esta bien... cuando me quedé en coma... yo... escuchaba cada cosa que decías, todo lo que me dijiste...- la miré, con los ojos como platos -oye pero... no pasa nada, de verdad... me gustó todo lo que me dijiste...- esta vez el que estaba rojo era yo.

Parecíamos dos semáforos andantes.

Y era exactamente eso lo que me encantaba de ella. El poder reírse sin parar, todo el día.

Entonces la abracé, con una gran sonrisa en mi cara.

Por fin la tenía en mis brazos, y no pensaba soltarla.

Mi princesa SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora