II

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II. "Inocente Criatura".





Anea


—Lo volvió a hacer. —Eunice dijo llegando a mi lado donde llenaba uno de los tarros con cerveza para aquellos marineros borrachos que, seguramente solo ingerirán menos de la mitad mientras que el resto terminará en el suelo.

No respondí  porque no quería entrar en ese tema que tan nerviosa me ponía, para estos cuatro meses de trabajo debería estar acostumbrada a ese tipo de propuestas, no había vergüenza alguna en ello, pero simplemente yo no me sentía lista para algo así.

—Ha ofrecido el doble de lo que ayer propuso. —Continuó y esta vez la miré.

—¿El doble? —La duda y escepticismo casi palpables en mi voz.

—Si, niña, el doble. —Afirmó mirándome impaciente, o más bien irritada. —Respeto tus decisiones y reafirmo que nadie te obligará a hacer algo que no desees, pero ten en cuenta que él no es cualquier marinero mugroso, es el capitán de "La niña perdida", está ofreciendo una muy alta cantidad por tu compañía, todas esas calaveras te caerían muy bien y yo aseguraría sus visitas a mi taberna cada vez que desembarque en este puerto. —Explicó poniendo las cartas sobre la mesa, Eunice demostraba lo que quería, no iba a ocultar sus propias ambiciones por lo que me inspiraba confianza.

—No lo sé, Eunice. —Expresé dudosa, y, bajando la voz de manera que solo ella me pudiera escuchar agregué; —Sería mi primera vez con un hombre y...

—¡Anea! —Expresó feliz, como si le hubieran dado una gran noticia. —Eso te favorecerá a ti, si de por si te quiere para compañía, con eso ofrecerá aún más, piensa en todo lo que ganarías. —Habló manteniendo la voz baja. —Además, el capitán Malik es agraciado a la vista, pero una vez más, es tu decisión. —Finalizó su discurso, y se alejó dejándome pensativa.

Me apresuré a llevar la cerveza hacia la mesa donde los marineros cantaban fervientemente, con una sonrisa les entregué los tarros y tomé los vacíos para llevarlos a la cocina y lavarlos, más la melodía que entonaban no abandonaba mi mente.

"No digas el juramento,
Si quieres vivir.
Porque a tu capitán tendrás que seguir,
Y por él tendrás que morir.
¡Aye!
Que la recompensa es inmensa,
Y un gran tesoro nos espera.
Pero si no estás dispuesto a sufrir,
El juramento no debes decir.
¡Aye!
Fiel sigo a mi capitán,
Atravesando un infinito mar,
Porque dije el juramento,
Ahora vivo la vida de un pirata casi muerto.
¡Aye!
¡Aye!
¡Aye, capitán!"

Cantaron aquellos marineros antes de romper en carcajadas de hombres ebrios, no era la primera vez que escuchaba la melodía, pero esta vez fue la primera en la que le puse la suficiente atención como para comprender su letra.

Durante el resto de la noche ignoré a aquel capitán que tantas calaveras ofrecía por mi, no era que me creyera lo suficiente bonita como para atraer a un hombre así, pero tenía sentido que al ser yo "carne fresca", quisiera ser él quien me probara primero. Un escalofrío me recorrió, ¿sería capaz de acceder?

Cuando el reloj marcó casi la una de la mañana, él mismo capitán Malik me pidió rellenar su tarro de cerveza, me acerqué a la mesa retirada donde él se encontraba con el que según Eunice era su segundo en su tripulación, un hombre que aparentaba ser de la misma edad que su capitán, solo que mientras este era de piel morena y cabello oscuro, el otro lucía una piel blanca y cabellos rubios.

Ambos me prestaron atención y dejaron de hablar cuando me acerqué a entregarles su cerveza, no dije nada, y me retiré llevando los tarros sucios.

O A T H  1 & 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora