XXXIII. Damisela o Pirata.Esa misma noche, cuando ya todo estaba oscuro y el barco navegaba tranquilo con Taipan al mando del timón, Anea y Harry se entregaban a su pasión.
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El capitán tenía un plan para su nuevo curso, y lo quería comentar con Ice como siempre lo hacía, así que salió de su camarote y fue directo a su cuarto, aunque no supo cómo reaccionar cuando se encontró con la puerta ligeramente abierta.
La rendija mostraba la cama de Ice que estaba directamente de frente. Sobre la cama, aferrándose a las sábanas, se encontraba Anea sentada, totalmente desnuda, sus labios se abrían emitiendo los más dulces pequeños gemidos, claramente estaba tratando de reprimirlos para no resultar tan escandalosa. Su cabello caía sobre su pecho desnudo como si aquellas hebras negras quisieran ocultar los detalles de sus casi inexistentes pechos. Pero entonces Anea arqueó su espalda gimiendo un poco más alto y aquellos mechones se movieron de su lugar dejando expuesta la carne que anteriormente ocultaba.
El capitán la miró con atención, más que con morbo o algún otro deseo oscuro, tan sólo la miró. Su rostro se contraía en placer revelando las más suaves expresiones que jamás la había visto hacer, su pecho subía y bajaba pesadamente, como si le faltara la respiración... bueno, le estaban robando el aliento.
Anea volvió a gemir y soltó la sábana para llevar su mano derecha hacia abajo...
Anea estaba sentada en la orilla de la cama, con sus piernas bien abiertas, y entre estas, hincado en el piso, se encontraba Ice dándole placer.
Y mientras Anea usaba su mano para apegar más el rostro de Ice a ella, el capitán se alejó, sintiéndose por primera vez un intruso en su propio barco.
Anea
Me quejo un poco antes de levantarme, había dormido bien, y quería seguir durmiendo, pero Harry había abierto la puerta para salir y los rayos del sol habían dado directo en mi cara.
Cuando termino de vestirme y de trenzar mi cabello salgo a cubierta, recién había amanecido por lo que el cielo se teñía de colores muy bonitos, la brisa salada del mar golpea mi rostro de manera sutil, en momentos como estos el mar brindaba paz.
Pero aquí la paz no dura demasiado.
—¡Capitán! —Escuché a Tom gritar desde el nido. —¡Capitán! —Volvió a gritar y Harry se apresuró a golpear la puerta del camarote del hijo de Neptuno.
Como la mayoría del tiempo, no entendía muy bien que pasaba. Miré para todos lados, pero el mar lucía tan tranquilo que me confundí aún más.
El capitán no tardó en salir ante los golpes insistentes de Harry y los gritos de Tom.
El hijo de Neptuno extendió su catalejo y miró en dirección a dónde el sol se alzaba. Duró unos momentos antes de guardarlo.
—¿Qué mierda hace un barco Portugués por estas sombrías rutas? —Comentó luciendo algo confuso, miré en la dirección que él había mirado, y ahora si era visible una silueta a lo lejos. —Ice, prepara los cañones y espera un ataque. —Ordenó el capitán y Harry asintió para después bajar las escaleras que lo llevarían hasta los cañones. —¡El resto de la tripulación estén preparados para una posible batalla!
¡¿Batalla?!
Bueno, al menos aún existía esperanza de que aquel barco portugués nos ignorara.