XLVI. Sacrificios.Finalmente algo tenía sentido, sabía que de alguna manera las leyendas estaban unidas, pero ahora entendía todo con claridad.
Aunque seguía sin entender como el capitán y yo nos haremos uno para vencer a un ser inmortal que ni siquiera un dios a podido matar.
—¿Tú liberaste a Koaskar? —Solté sin poder creerlo.
Nerea se encogió de hombros. —Fui un blanco fácil. La lección del día es no dejarse engañar por caras bonitas. Oh, Anea, porque Koaskar es hermoso, casi o más hermoso que el hijo de Neptuno. No caigas por sus encantos. —Comentó riéndose al final, no entendía su sentido del humor.
—¿Y qué se supone que nosotros debemos hacer? ¿Para qué querías todos esos artefactos? —Pregunté queriendo más respuestas.
—Ya deberían saberlo, tienen que ser uno, ¡amarse, unirse, respetarse, confiar y entregarse plenamente!
—Espera. —La interrumpí. —¿En sentido romántico?
Nerea se rió. —¡No! ¡En todos los sentidos! ¡Todos los sentidos hasta que todo se convierta en un solo sentido! Es más que el amor romántico, tienen que ser como el mar. Uno solo como el agua. Uno tras otro como las olas. ¿Dónde empieza un agua y donde termina otro agua? ¡No se sabe porque agua es agua, uno solo! ¿Ya me entiendes?
No, sólo me estaban confundiendo más. Estaba hablando como loca, ¿pero quién era yo para dictar quien era cuerda?
—Neptuno jamás nos obligaría a... —Empezó el capitán, pero Nerea lo interrumpió.
—¡Exacto! Nadie puede obligarlos, porque si así sucede, entonces no funcionará. Tiene que salir de ustedes, por voluntad propia, ¿cómo pues harán un ser que nazca de amor? ¿Cómo romperán la maldición si no lo desean?
Mi cabeza dolió. —¿Me estás diciendo que tengo que tener un hijo de mi capitán para que podamos matar a Koaskar de una vez por todas? —Cuestioné.
—Oh, no, Anea. —Me relajé, pero entonces agregó. —Ustedes no matarán a Koaskar, el hijo de ustedes lo hará.
Negué.
—Prefiero quedarme maldita, prefiero que Koaskar nos mate a todos antes que tener que hacer algo así. —Escupí aborreciendo tan horrorosa sugerencia.
No era que no quisiera tener hijos, pero había crecido escuchando como nunca nadie me querría por la razón de que nunca podría tenerlos, ¡y todos estaban equivocados! Porque yo había encontrado a alguien que me quería a mi, por ser como soy: algo inútil y torpe, si, pero también alguien valiente que a pesar de todo, nunca se rindió, ¡que aprendió a manejar un cuchillo y una espada! ¡Que defendió a su barco! ¡Que venció a una bestia y salvó su propia vida sin necesidad de alguien! ¿Y ahora me querían reducir a una simple mujer que pariera un bebé? No había luchado tanto para terminar siendo únicamente la mujer que dio a luz al nieto de Neptuno.
Y ni siquiera tenía problema con embarazarme, pero si algún día iba a tener algún hijo, sería el de Harry.
Porque lo había escogido y lo quería, no por un absurdo destino forjado en mi.
—Créeme que Koaskar los matará a todos si ustedes no tienen un hijo que lo detenga. —Mencionó Nerea con verdadera pena. —Entiendo como te sientes, pero nadie te va a obligar a nada, e incluso si quisieran obligarte, no funcionaría, porque tú y el hijo de Neptuno tienen que sentirlo en ustedes.
—No quieren obligarme, pero si manipularme. —Comenté y después miré al capitán, y estiré mi mano para tomar la suya, él estaba muy callado, pero cuando sus ojos encontraron los míos supe que tendría su apoyo. —No nos pueden obligar, ¿verdad? —Susurré y él asintió.
—No nos van a obligar. —Sentenció y él apretó mi mano.
Nerea suspiró. —No se supone que debería decir esto, pero si trabajan en equipo, hay una posibilidad de que puedan matar a Koaskar ustedes dos...
—¡¿Enserio?! —Solté con esperanza, ¡aliviada!
—Si, pero uno de los dos se tendrá que sacrificar... uno de los dos morirá con Koaskar. —Ahora fui yo quien apretó la mano del capitán. —Y lo que es peor, si uno de ustedes muere, pero no matan a Koaskar, entonces ya nadie podrá detenerlo. Piénsenlo bien antes de querer arriesgarse.
Nos hizo saber, para luego agregar que saldría a ver a Nox un momento, dejándonos solos a mi y al capitán.
—No vamos a tener un hijo, Anea. —Comenzó el capitán. —Así que tenemos que usar la otra opción, yo me sacrificaré, para que tú puedas vivir y tener una larga vida en el mar.
Fue tanto lo que sentía en este momento, no sabría como exponerlo. —No quiero que muera, capitán. No puede pedirme que lo deje morir y que yo viva, soy un pirata de su tripulación, soy yo quien debería de dar la vida por usted, ¡por mi capitán! —Solté y sentí sus manos sostener mis mejillas.
—No seré un buen capitán si dejo que un pirata novato se sacrifique por mi, ¿qué va a decir el mundo de un capitán siendo salvado por el pirata más inútil de la tripulación? Arruinaría mi reputación en los siete mares.
—No quiero vivir sabiendo que mi capitán murió porque yo me negué a tener un hijo. —Sentencié y el capitán negó. —¡Este destino es una mierda!
—Totalmente de acuerdo contigo, pero hey, todo saldrá bien. Quizá mi verdadero destino era conocer a un pirata inútil que me enseñara que no debemos aceptar todo lo que nos imponen, quizá mi destino era darme cuenta que algunas veces se tienen que romper las reglas antes de que estas se conviertan en maldiciones.
Y pensé que yo ya había vivido muchos años sintiéndome maldita, quizá mi destino era romper mi propia maldición, y no teniendo hijos, podía romper mi maldición matando a Koaskar, y redimirme salvando a mi capitán.
Harry lo entendería, Tom también lo haría, y fuera de ellos, no había nadie más que me detuviera de hacerlo.
—El agua se ha evaporado. —La voz de Nerea hizo que ambos nos sobresaltáramos y nos alejáramos.
Nerea tomó en sus manos algo parecido a unas pinzas, las metió en la caldera y extrajo un objeto, aunque no alcancé a ver qué era pues de inmediato lo hecho dentro de un balde de agua fría.
—Tiene que enfriarse, o les quemará las manos. —Informó y luego de unos momentos lo sacó con sus propias manos.
Nerea se acercó a nosotros y nos extendió un cuchillo negro y el capitán lo tomó. El cuchillo tenía plasmado en dorado los símbolos extraños del medallón. También tenía una franja de color roja-naranja, y otra de color azul. Era un cuchillo muy peculiar y entendía que se debía a la mezcla de los objetos.
—Si tienen un hijo, él sabrá que hacer con este cuchillo cuando tenga la edad suficiente, pero si deciden hacerlo ustedes mismos, entonces tienen que saber que para matar a Koaskar tienen que enterrar el cuchillo exactamente en el centro de su pecho, no en el corazón, ¡Koaskar no tiene corazón! En el centro del pecho, recuérdenlo, y cuando uno de ustedes lo haga, morirá, porque todo ese poder oscuro dentro de Koaskar, arrebatará su alma. Pero descuiden, su alma no permanecerá en la oscuridad.
»Y aunque suene fácil, recuerden que es una lucha de los dos. ¿Ya les conté que el leviatán es la mascota de Koaskar?
—Tiene sentido, esa cosa vive en el mar, pero no es del mar, tal como Koaskar, pero tiene el poder de arrojar bolas de fuego, tal como el lugar de donde Koaskar obtuvo su poder. —Mencionó el capitán, ahora entendía porque esa bestia marina quería matar al capitán.
—Buena observación, hijo de Neptuno, pero ha llegado la hora de que se marchen, Nox ya se quiere comer a sus acompañantes. —Dijo Nerea al instante que nos empujó obligándonos a irnos.
—Gracias, Nerea. —Le dijo el capitán cuando salíamos de la choza.
—Tomen buenas desiciones, o todos pagarán las consecuencias.
No sería así, la única que pagaría la consecuencia, sería yo.
Hola otra vez. Las dudas poco a poco se están resolviendo, en fin. ¿Qué piensan ustedes qué pasará?
Ya saben, 200 comentarios y 200 votos para el siguiente capítulo. ⚡️