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XX. Recuerdos Borrosos.




Abro los ojos sintiendo como si hubiese despertado del mejor sueño de mi vida, pero no todo es tan perfecto, pues gran parte de mi cuerpo duele.

Al inicio me cuesta trabajo reconocer dónde estoy, pero luego de unos minutos mirando con detenimiento a mi alrededor me percato de que estoy en el camarote de Harry. Lentamente me incorporo removiendo la sábana vieja que me cubría, me encuentro con mi torso completamente descubierto y mis partes íntimas cubiertas por mi ropa interior. Hay un vendaje que cubre mis senos y a la vez la herida en mi pecho. También tengo vendajes en los brazos y piernas, no recuerdo con detalle como me hice cada herida, pero sé con certeza que dolieron como el infierno.

Quedo sentada en la pequeña cama y muevo mis piernas con la intención de levantarme, pero al momento que lo intento la puerta del camarote se abre y Harry se adentra. Me doy cuenta que él apenas y tiene un vendaje en su brazo derecho.

—Hasta que te dignas en volver a despertar, por favor dime que no estás en modo títere.

—¿Modo títere? —Hablé por primera vez sintiendo la garganta seca. Harry señaló una botella de ron junto a la cama y yo me estiré para tomarla y beber un poco de su contenido.

—En los últimos cuatro días has estado durmiendo, y cuando te levantabas actuabas como un títere, sólo hacías lo que necesitabas hacer y volvías a dormir, no emitías ninguna palabra. —Explicó y eso me sorprendió, ¿había estado durmiendo prácticamente cuatro días?

—No recuerdo mucho sobre la isla, lo más que recuerdo son las serpientes, correr en el fuego para huir de la bestia y después saltar al mar. ¿Cómo llegué aquí? —Pregunté y Harry sonrió.

—No lo sabemos, cuando te vi estabas en la cubierta, gritando que eras digna del medallón, estabas empapada no solo de agua, también de sangre. El capitán se te acercó y tú le arrojaste el colgante de aquel hombre que acompañaba a la bestia, después te desmayaste. —Me hizo saber, yo realmente no lo recordaba. ¿Cómo me había atrevido a arrojarle el colgante al hijo de Neptuno?

—Igual no lo entiendo, ¿cómo terminé yo sola? Recuerdo gritos, pero ustedes no estaban cerca...

—El capitán dio la orden, ¿cómo es que no lo recuerdas? Nosotros regresamos a la playa dejándote sola con el guardián, el hijo de Neptuno quería que demostraras que eras digna del medallón. Tu misión no era matar al guardián, era salir viva de la isla. Debo admitir con sinceridad que me sorprendiste, tenía esperanza en que saldrías viva, pero no contaba con que matarías al guardián y traerías pruebas.

—Eso es una mierda, ¿no será que simplemente me dejaron como carnada para que ustedes huyeran? Digo, tú ya me lo habías advertido. —Exclamé un poco molesta, me estaba hartando de que pusieran el medallón y juramento como excusa.

Harry se encogió de hombros. —Quizá, pero al menos ya nadie podrá molestarte diciendo que no eres digna del medallón. De todas maneras, ¿de qué te quejas? Estás viva, no todos corrieron tu suerte.

—¿Alguien murió? —Susurré y entonces un estado de pánico se comenzó a apoderar de mi. —Tom, ¿dónde está Tom? —Harry no contestaba. —Harry, ¿y Tom?

Harry se dio la vuelta y salió.

Mis ojos comenzaron a picar, no quería llorar ni adelantarme a conclusiones, pues Tom no podía estar muerto, no podía estarlo, ¿verdad?

La puerta del camarote se volvió a abrir y sentí que el alma regresó a mi cuerpo. Tom atravesó la puerta y a pesar de que mi cuerpo dolía me levanté para poder abrazarlo.

—Por favor no llores, me dan asco las lágrimas. —Dijo mientras yo envolvía mis brazos alrededor de su torso y recargaba mi mejilla izquierda en su pecho.

—Creí que habías muerto. —Hablé aunque no tardé mucho tiempo en la anterior posición, pues luego de unos segundos me apartó alejándome de él.

—Lo mismo creí yo cuando el capitán dio la orden de dejarte. En ese momento pensé que sería la última vez que te vería, incluso lo celebré, pues ya no perdería mi tiempo contigo. —Y pese a que sus palabras sonaron crueles, en un gesto tierno apartó un mechón de cabello que caía por mi rostro. —Pronto tendrás que salir a cubierta, vístete y descansa otro rato.

Miré una vez más mi cuerpo casi desnudo y me apené delante de Tom, especialmente cuando prácticamente me había colgado de él estando así.

Busqué mis ropas en el camarote y las encontré sobre la cajonera, me acerqué rápidamente tomándolas y me comencé a vestir. Tom se cruzó de brazos mirándome, mas lo hacía luciendo aburrido. —¿Cómo fue que te heriste tanto? —Habló intrigado.

—No recuerdo exactamente todas mis heridas, las únicas que recuerdo son los que me dio la bestia, y la flecha que atravesó mi brazo. —Respondí y Tom negó.

—Con razón venías bañada en sangre, en realidad es un milagro que no hayas muerto; cuando un objeto te atraviesa, o simplemente te perfora profundo, no lo tienes que sacar inmediatamente pues la sangre no dejará de fluir y morirás. No creí que fueras tan estúpida. —Riñó en el momento que yo terminaba de vestirme.

—Se te olvida que estaba siendo perseguida por una bestia que quería matarme sin mencionar que estaba sola y herida, lo que menos hacía era pensar racionalmente, y me alegro de haberlo hecho así, pues de lo contrario habría terminado muerta.

—No te hagas la víctima, que todos hemos pasado por cosas igual o peores que tú, por eso somos como somos. Tú querías aprender a ser un verdadero pirata, pues ese tipo de cosas es a lo que un pirata se enfrenta con normalidad. —Pausó un momento y después ladeó su cabeza hacia la izquierda. Por cierto, ¿cómo fue que mataste a la bestia? Esa cosa era un gran reto para alguien tan torpe como tú.

Rodé los ojos, había sobrevivido y aún así seguían tomándome como alguien torpe. —Nos equivocamos al creer que la bestia era el guardián. El verdadero guardián era el hombre de cabellos blancos, él controlaba a la bestia. Si mataba al verdadero guardián, mataba a la bestia, y eso fue lo que hice. —Respondí sentándome en la cama, la verdad era que si me apetecía acostarme otro rato.

—Ya veo, una buena observación. —Comentó Tom. —Tengo que regresar al nido, tenemos un nuevo destino al cual llegar. Si necesitas algo, no me llames, que no soy tu jodido doctor.

Tom giró con la intención de irse, pero lo detuve, aún tenía algo que preguntar; —¿Quién se encargó de cuidarme y curar mis heridas? —Inquirí, pues me sentía en deuda con quien sea que haya sido.

—¿En el camarote de quién estás? —Fue su respuesta antes de abandonar el camarote.

Y recordé a Harry decir que no siempre iba a curar mis heridas, pero seguía haciéndolo.



Hola, hola. Hay muchas dudas, ¿verdad? Y pues a mi me encanta todo lo que está pasando. Muchas gracias por su apoyo. Los amo. ⚡️

O A T H  1 & 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora