XLV

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XLV. Las Leyendas Se Vuelven Una.




Neptuno era el dios del mar mucho antes de lo que pudiéramos imaginar.

Sabemos que hace muchos años el mar se partió y en medio de este se creó una civilización muy importante, al menos para esta historia.

De esa civilización se levantó un rey, Koaskar, siendo bastante joven, al principio fue un buen rey, se preocupaba por sus súbditos y administraba juiciosamente su reino. La civilización entera estaba contenta con él.

Sin embargo, al ver Neptuno que Koaskar era un buen joven de corazón noble, lo eligió a él como su hijo. Antes de Koaskar, Neptuno ya había escogido a tres hijos, todos en diferente tiempo, y teniendo en cuenta que nada malo habían hecho sus hijos anteriores, creyó que con Koaskar no habría diferencia alguna.

Pero estaba equivocado.

Cuando Koaskar siendo rey fue llamado por Neptuno para decirle que ahora sería su hijo, él aún joven Koaskar se sintió al principio honorado, iba a tener la noble misión de cuidar del mar, e incluso llegaría a tener cierto poder sobre este, y fue ahí cuando el primer pensamiento oscuro se sembró en su ser.

"Koaskar", pensó, "¡Eres un hombre poderoso! ¿Quién podrá detenerte?"

Aunque no actuó en ello, tan solo rondaba en su cabeza por las noches. Si, le gustaba la idea de ser poderoso, ¿pero qué más podría obtener? Si ya tenía un reino, una civilización entera que lo seguía, e incluso el mismo mar le pertenecía.

Pero entonces, una noche extraña en la que el cielo fue cubierto por nubes oscuras, a sus oídos llegó el rumor de que así como él era hijo del dios del mar, así también existía otro hombre que era hijo del dios de la tierra.

Los celos, la ira, ¡la envidia y la indignación lo recorrían! ¡Él era el único que podía tener tanto poder! ¡Él era el único digno!

La noche siguiente, el cielo fue partido por una bola de fuego, y mientras esa esfera cruzó el cielo, Koaskar elevó una plegaria oscura para que la noche y esa bola ardiente le dieran poderes.

Cuando la tierra vibró indicando que la bola de fuego había llegado al suelo, Koaskar sintió como su cuerpo era lleno de poder, un poder oscuro que lo haría superior a cualquier hijo de Neptuno, a cualquier hijo del dios de la tierra.

Pero ese tipo de poder no es tan bueno como parece.

Koaskar poco a poco fue consumido por la maldad, ya no era el rey bueno con su gente, era uno que los obligaba a trabajar día y noche construyendo más templos para él. Les quitaba el pan de la boca, abusaba de las mujeres, mataba a cualquiera que no hiciera lo que él quisiera. Y cuando todos colmaron su paciencia, ¡queriendo retar su autoridad y su poder!  Koaskar los maldijo dándoles cola de pescado por pies.

Neptuno, al darse cuenta en lo que Koaskar se había convertido, no dudó ni un momento en ponerle fin a su reinado, y mandó al mar a que destruyera todos los templos que habían hecho para él. Y creyendo que el mar también había sepultado a Koaskar, se olvidó de él, dejándolo como amargo recuerdo.

No obstante, Koaskar había logrado escapar y él no iba a olvidar. Pero Koaskar no era tonto, sabía que si reaparecía pronto, Neptuno lo acabaría, así que huyó justo al lugar donde el nuevo hijo del dios de la tierra se encontraba, después de todo, había obtenido sus poderes con el fin de demostrar que él era un ser superior.

Al llegar a aquella isla con abundantes recursos, no le fue difícil a Koaskar adaptarse a aquellos humanos que vivían en el lugar, aprendió que ellos habían llegado en la bola de fuego, y le fue un tanto extraño. Ya habían pasado veinte años desde que la bola de fuego había aparecido, pero Koaskar lucía tan joven como en aquel día.

O A T H  1 & 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora