XLII. Carrera Contra la Muerte.El peor beso de la historia debía ser el mío y el del capitán.
No estoy exagerando.
Y no se debía necesariamente al beso, la práctica y los movimientos en sí no habían sido malos. El beso fue horrible debido a la falta de sentimientos. A la falta de deseo, a la falta de sentir anhelo. No hubo esa sensación recorriendo nuestros cuerpos exigiendo por más, no hubo nada extraordinario. Tan sólo el beso había sido una simple acción para sellar al medallón. Nada más.
—Un beso bajo la tierra mientras la sangre resbala por nuestras manos. Romántico. —Ironizó el capitán cuando nuestros labios se apartaron.
También alejamos nuestras manos al tiempo que me ofrecía un pedazo de tela para limpiar mi herida. Él limpio su propia herida, y mientras yo terminaba de limpiar la mía él aprovechó el momento para tomar el medallón y guardarlo en una bolsa idéntica a la que usaba para guardar la piedra azul del fondo del océano.
—Vamos, es hora de regresar. —Dijo yendo por la antorcha.
Miré una última vez el espacio y suspirando seguí al capitán. El beso que nos habíamos dado quedaría como este lugar; enterrado y olvidado.
Al atravesar la puerta esta se cerró, y una sensación extraña me recorrió, como un mal presentimiento, al instante, el capitán se detuvo, y en un tirón hizo que me quedara detrás de él, apegada a su espalda. —Quédate detrás de mi, y ten lista tu espada, tengo un mal presentimiento. —Oh bueno, no fui la única en sentirlo.
Seguimos avanzando pero con cautela, mis ojos iban en el suelo y me llamó la atención ver como las piedrecitas comenzaron a levantarse como si algo pesado viniera entre el túnel, de la misma manera que un temblor sacudiría la tierra, pero sabía que no era un temblor.
Al llegar al punto donde se hallaban los tres diferentes caminos, el capitán se detuvo.
—Dime que traes contigo el colgante que le quitaste al hombre en aquella isla. —Habló rápido el capitán.
—Si, lo traigo. —Respondí sin entender.
—Aprieta el dije con tu mano herida y entrégamelo, ¡ya! —Apresuró y yo me lo quité del cuello rápido mientras apretaba al dije para después entregárselo, no noté que hizo con el colgante, pero todo eso pasó a segundo plano cuando frente a nosotros, la luz de la antorcha reveló la cabeza de una enorme serpiente.
Nunca había visto una bestia como esa, mostró la lengua mientras se alzaba hasta donde el techo le permitía, y de no haber sido por mi instinto de supervivencia, probablemente me hubiera desmayado de la impresión.
La enorme serpiente era de cabeza oscura pero el resto de su cuerpo (o lo poco que se alcanzaba a ver) era de colores brillantes, con franjas rojas, amarillas, naranjas, blancas y verdes.
Saqué mi espada, aunque pensé que no era lo mismo matar a una serpiente de tamaño pequeño, a matar una que me superaba en tamaño.
—¿Capitán? —Llamé bajo esperando órdenes.
—No nos quiere a nosotros, quiera al medallón con nuestra sangre. —Dijo y alzó la mano que no sostenía la antorcha. Su mano estaba hecha puño, y de este colgaba parte de una correa. La serpiente mostró los colmillos y supe que el capitán estaba a punto de hacer una estupidez.
—Corre hacia la salida y no mires atrás.
Y entonces el capitán me arrojó su antorcha y se echó a correr tomando el camino del lado derecho. La serpiente se movió detrás de él, ignorándome a mi por completo. Mi cuerpo temblaba al ver a aquella bestia pasar junto a mi, y corrí tal y como el capitán me lo había pedido. Pero para también darle tiempo a mi capitán, cuando la punta de la cola de la serpiente pasó a mi lado, le enterré mi espada con fuerza, clavándola así en la tierra.
La serpiente hizo un ruido extraño pero no me detuve a esperar nada más y corrí apresurada hasta llegar a la salida, presioné el centro de la puerta y esta se abrió dejándome pasar y después se volvió a cerrar.
No sabía qué hacer, y tampoco quería irme dejando solo a mi capitán, y como yo era la que tenía la antorcha, decidí quedarme a esperar.
La ansiedad que la espera me generaba me tenía al bordo de un colapso, ¿cuánto tiempo había pasado ya? Los primeros rayos del sol ya se habían hecho presentes y mi capitán no aparecía por ningún lado, ¿y si había escapado y ya estaba en las chozas? ¡¿Y si ya estaba muerto?!
La puerta se abrió haciéndome sobresaltar, el capitán apareció todo sudado y agitado, su rostro lucía herido, y de uno de sus brazos salía sangre. No me dio tiempo a decirle nada, él tan solo me tomó del brazo y me jaló mientras corríamos.
—No tenemos mucho tiempo. —Tan solo dijo.
Corrimos hacia las chozas, y una vez que llegamos ahí comenzamos a gritar para que todos los que dormían en las chozas se despertaran, pronto, aún adormilados, todos salieron a ver qué sucedía, y al ver al capitán en semejante estado mientras gritaba que todos teníamos que regresar al barco, bueno, no le cuestionaron dos veces.
Harry salió luciendo confundido, preocupado, el capitán que aún me sostenía me soltó y yo corrí hacia Ice.
—¿Qué pasó? —Harry preguntó y yo negué.
—No hay tiempo, ¡tenemos que irnos! —Mencioné desesperada y él comprendió echándose a correr junto a mi.
Todos corrimos atravesando la isla, llegar al barco se sintió como una carrera contra la muerte. Con prisa empezamos a abordar mientras hacían de todo para que el barco regresara al mar.
Una vez que nos aseguramos que todos estuvieran presentes, sin esperar más, el barco emprendió su navegar. Miré la isla, y de entre los árboles, se vio como aquella enorme serpiente salía arrastrándose para la playa, pero al ver que no podía entrar al mar, dio un par de vueltas, y después regresó perdiéndose entre la vegetación.
—¿Qué mierda fue eso? —Harry preguntó junto a mi.
—No lo sé. —Respondí incierta.
Me giré para buscar al capitán y lo encontré sentado en plena cubierta con la espalda recargada en el mástil mayor, Tom le entregó una botella de ron y el capitán la aceptó dándole un largo trago para después regresársela. Me acerqué a ellos viendo como el capitán se quitaba su camisa revelando así su brazo ensangrentado con dos orificios en este, sentí pánico, ¿la serpiente lo había mordido?
—Capitán. —Susurré hincándome junto a él. ¿Por qué me sentí culpable? —¿Hay algo que pueda hacer? —Pregunté con algo de impotencia, hasta la pregunta era estúpida, ¿qué puedo hacer yo? ¡Nada!
—Déjate de dramas, Anea. —Respondió simple, mientras intentaba pararse, Tom y yo nos apresuramos a ayudarlo.
Una vez que se levantó, lo dejamos dándole su espacio. El capitán caminó hasta el barandal en estribor, se recargó de este, y para mi sorpresa, pasó sus pies sobre este, como si fuera a... ¡¿saltar?!
—¿Qué hace, capitán? —Pregunté alarmada.
Él miró sobre su hombro, y luciendo débil me sonrió.
—Voy a dejar que el mar me sane. —Y después de esas palabras, se soltó del barandal arrojándose al mar.
Asustada, temblando, me giré hacia Tom, y él, con toda la calma del mundo dijo;
—Eso es lo que siempre hace el capitán cuando resulta herido, deja que el mar lo sane. —Explicó simple. —En unas horas regresará bien, ya verás.
Y el cansancio, los nervios y el miedo finalmente tuvieron efecto en mi cuerpo, y sintiéndome pesada, caí al suelo cuando todo se volvió negro.
Hola, hola. Este capítulo por algún motivo me puso muy nerviosa, quizá haya sido mi miedo por las serpientes. En fin, me encanta ver todo lo que sucede. Gracias por el apoyo. Los amo. ⚡️