XLI. Tu Sangre y Mi Sangre.Me abracé a mí misma luego de salir de la choza.
Seguía siendo de noche, y luego de haberme unido a Harry, ambos nos vestimos, un rato después en la choza encontró unas viejas hamacas y las colgó para que ambos pudiéramos dormir, y así lo hicimos. No tardamos mucho en quedarnos dormidos, sin embargo, algo hizo que me despertara y no pudiera volver a dormir.
Con el sueño perturbado decidí salir un momento, a diferencia de cuando llegamos ahora había un par de antorchas encendidas entre las otras chozas, sin duda el resto de la tripulación había decidido venir a dormir aquí.
Vagué hasta donde parecía ser el centro del área donde las chozas estaban, había un círculo de piedras, y en el centro la tierra estaba mezclada con cenizas, supuse que anteriormente alguien había hecho una fogata.
—No deberías explorar sola, menos siendo media noche. —La voz del capitán a mis espaldas me tomó por sorpresa, no lo había escuchado acercarse.
Me giré despacio, traía una antorcha en su mano haciendo que la flama se reflejara en su rostro, y, al tenerla tan cerca, había provocado que gotas de sudor resbalaran por sus sienes.
—No le tengo miedo a la noche, capitán, no cuando el peligro también existe a plena luz del día. —Repliqué y él asintió.
—Me alegra que así sea, porque entonces no tendrás problema en acompañarme. —Sentenció, y dando un asentimiento me indicó que lo siguiera. —Vamos, hay algo que deberías ver.
Intrigada, pero no indecisa, lo seguí sin rechistar.
El capitán iba unos pasos por delante de mi iluminando el camino que ya había sido trazado, quizá por alguien más o por él mismo.
Seguimos avanzando sin compartir alguna otra palabra, ya habíamos recorrido una larga distancia cuando parecimos llegar a un camino sin salida. Una cortina de hojas que caían desde la cima de aquel barranco indicaba que habíamos llegado al final del sendero, observé al capitán acercarse a esa misma cortina y hacer las hojas a un lado revelando así lo que parecía ser una pared de piedra con unos símbolos grabados. No reconocí los símbolos en lo absoluto.
El hijo de Neptuno apretó el símbolo en el medio de la puerta y esta se abrió mostrando lo que vendría siendo un largo túnel. El capitán me indicó que continuara siguiéndolo y ambos nos adentramos en aquel túnel oscuro. La antorcha del capitán nos brindaba luz, lo que alcanzaba a ver no era más que tierra y rocas, nada fuera de lo común.
Llegamos a un punto donde se nos mostraron tres caminos, y el hijo de Neptuno continuó por el camino izquierdo, seguimos recorriendo aquel camino que parecía no tener fin hasta que finalmente visualicé una nueva puerta. Tenía los mismos extraños símbolos que la entrada, y el capitán presionó el mismo símbolo de en medio. Como era de esperarse la puerta se abrió, y esta vez reveló un espacio circular.
La antorcha del capitán iluminó el lugar mostrándome dibujos plasmados en la pared interminable de aquel lugar. El problema con un círculo es que no sabes cual es el inicio y cual es el final.
Seguí mirando y noté los mismos símbolos en las puertas perfectamente tallados en el piso de roca que nuestros pies pisaban. Exactamente en el centro, sobresalía como un pilar de rocas, no muy alto, bien podría llegarme como a los hombros, y sobre ese mismo pilar se hallaba un medallón.
—¿Qué es este lugar? —Le pregunté a mi capitán, después de dejar la antorcha pegada a una pared, él se acercó al pilar con el medallón.