22' Improvisado

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No era la primera vez que SHIELD tenía los números erróneos con respecto a los rehenes. Pero en aquella misión todo había parecido un chiste de mal gusto.

—¡¿Que solo qué?! —preguntó Natasha a gran volumen ya que su voz era tragada con el constante zumbido de las hélices.

El piloto del helicóptero se asomó un poco más por la puerta y gritó a todo pulmón.

—¡Solo caben 17 personas dentro del helicóptero! —repitió el hombre calvo a todo volumen.

Natasha soltó un sin fin de palabrotas y al final, rendida, asintió y ordenó al piloto que que llevaran a todos los rehenes de vuelta a Filadelfia.

El helicóptero comenzó a elevarse con pereza hasta que finalmente pareció tocar las nubes y desapareció entre las grandes montañas sudamericanas.

Natasha pateó con violencia una piedra que reposaba junto a sus pies.

—¡Estúpido helicóptero, estúpido SHIELD y estúpido Fury! —gritó mientras se acercaba a Rogers con paso apresurado— Dijo que serían 9 rehenes, ¡no la isla entera!

Steve, quien esperaba pacientemente lejos de todo el alboroto, miró a la pelirroja con un tanto de extrañeza y de terror.

Lo menos que quería era tener a Natasha enojada en medio de una cordillera de montañas.

—¿Te dijo cuándo llegará el helicóptero más próximo? —preguntó el rubio de forma amena intentando no jalar ningún nervio a la pelirroja.

Natasha, ahora que estaba frente a frente con Steve, colocó sus manos en su cintura y se puso en una pose retadora.

—Dentro de dos horas.

Steve se vio obligado a resoplar con frustración.

—¿Eso significa que...?

—Sí, Steven —interrumpió Natasha dándole la espalda a su compañero en un intento de mostrar su enojo—. Significa que perderemos la reservación.

Al escuchar la confirmación por parte de Natasha, el pecho del rubio se estrujó y sintió que lo habían arrojado desde un precipicio.

Su cita. Su plan. Ahora todo estaba arruinado.

Natasha volvió a girarse hacia el soldado y esta vez soltó un suspiro melancólico. Ambos se quedaron mirando a los ojos sin poder creerse la situación. Después de todos aquellos meses en los que habían preparado la cena, después de todo su esfuerzo para que saliera perfecto, llegarían dos horas tarde a la cena, dos horas en las que seguramente le darían su mesa a alguien más.

Steve se llevó una de sus manos a su cabello y lo estrujó con frustración. Era tarde para tomar un avión, no había coches a la redonda y caminar no era una opción.

Era obvio: se habían quedado varados a la mitad de la nada a 5000 metros sobre el nivel del mar.

Natasha rompió el contacto visual entre ambos, volvió a resoplar con frustración y con pasos lentos se dirigió a la orilla del acantilado. Ahí se sentó dejando que sus pies colgaran sobre miles de metros de altura.

La pelirroja sentía un nudo en la garganta, quería llorar, pero no se lo permitía. «Hay cosas peores» se decía a sí misma, aunque muy en el fondo sabía que le dolía perder aquella velada tan maravillosa.

Steve por su parte, sabía qué tan importante era esa cena para Natasha, comprendía su frustración y verla así le hacía sentir culpable.

Él también se sentía enojado. Hoy era su aniversario, cinco años juntos ameritaban una cena maravillosa, además de la sorpresa.
Todo aquello no habría sucedido si tan solo Nick hubiese acertado con el número de rehenes.

Romanogers little and big One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora