24' Roto

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Holaaaaaaa bb's

Habían pasado cerca de veinte minutos y Steve no se aparecía por ningún lado.

Las campanillas que avisaban cada vez que la puerta se abría, volvieron a llamar mi atención y por milésima vez en aquella tarde giré mi rostro hacia la puerta de madera rojiza que se encontraba un tanto blanca por la nieve.

Era una mujer con un bebé en brazos y un paraguas al costado. Bajé la mirada de nuevo a mis temblorosas manos que reposaban en la mesa.

En Nueva York helaba, y aunque los inviernos de Rusia siempre habían sido peores, había lago peculiar de ese momento que me hacía sentir el frío incluso más crudo de lo normal.

El mesero volvió a acercarse a mi mesa y antes de que preguntara siquiera, le hice una rápida seña con las manos de que esperaría un minuto más. El joven me miró con lo que identifique como lástima y volvió a guardar la pequeña libreta en su delantal para posteriormente partir a la cocina.

Sabía que Steve jamás me dejaría plantada. Sin embargo, a estas alturas, el miedo de permanecer ahí sola el resto de la noche comenzaba a carcomerme las entrañas, haciendo juego con el puñado de nervios que se apiñaban en mi pecho.

Solté un suspiro.

La campanilla volvió a sonar y esta vez era él.

Steve llevaba una chaqueta gruesa color caoba y uno de esos pantalones de vestir ajustados que se le veían tan bien. Su nariz y sus mejillas estaban un tanto sonrosadas por el frío a pesar de la bufanda que estaba enredada en su cuello.

Un ramo de flores esperaba entre sus manos.

El rubio buscó por todos los alrededores con su mirada, hasta que finalmente, cuando miró hacia el rincón de la derecha, pudo visualizarme y una ancha sonrisa se plantó en sus labios.

Al hacer contacto visual con él, de inmediato mis piernas comenzaron a moverse nerviosamente y me obligué a mí misma a bajar la mirada sin responder a su saludo. De pronto quería salir corriendo que aquel café, salir para nunca más regresar.

¿Cómo iba a decirle aquello que ya no me dejaba dormir por las noches?

¿Cómo se sentiría él? ¿Me odiaría?

Me vi obligada a levantar la vista de nuevo cuando Steve se agachó a mi lado de manera enérgica para plantarme un sonoro beso en la mejilla.

—Hola, Nat —dijo con esa voz tan serena que solo él podía tener. Tomó asiento en el sillón frente mío y dejó las flores por un lado— Siento haber llegado tan tarde, es solo que...

Ambos hicimos contacto visual, le regalé una diminuta sonrisa fingida y pretendí estar escuchando su explicación, sin embargo en mis oídos lo único que resonaba era un constante sonido agudo que me lastimaba hasta las sienes.

Mis piernas no paraban de moverse, no podía detenerlas.

Mientras Steve hablaba se había quitado la bufanda del cuello y había desabrochado la chaqueta dejando entrever su atuendo. El mesero que había ido previamente a la mesa regresó esta vez con una enorme sonrisa y Steve pidió dos cafés y un pie de manzana.

«Es su favorito» —le había dicho al mesero con una enorme sonrisa, refiriéndose a mí.

Pero yo no podía sonreír. El nudo de mi garganta cada vez se hacía más y más pesado que me temía que en cualquier momento las lágrimas comenzarían a salir sin control.

En aquel monólogo de Steve, me vi obligada a interrumpirlo.

—Steve —dije con la voz más firme que logré modular, interrumpiendo su plática acerca de las estrategias de Wanda— quiero hablar de algo importante contigo.

Romanogers little and big One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora