Capítulo 8.

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Lara se removió en la cama. Sentía que alguien la estaba observando y eso la hacía sentir algo incomoda, pero estaba disfrutando de un sueño demasiado lindo como para despertarse. Sin embargo, la sensación de ser observada no le agradó y terminó por abrir los ojos.

Descubrió que quien la estaba mirando era Guido. Claro, ¿quién más? La sábana solo lo cubría de la cintura para abajo, estaba de costado apoyando la cabeza en un su brazo y con una sonrisa pícara en los labios.

Lara le contestó la sonrisa.— Buenos días. —Dijo ella con la voz un poco ronca.

—Hola. —Se limitó a contestar Guido pero sin dejar de sonreír.

—¿Por qué me miras así? —Preguntó algo tímida.

—Porque nunca había conocido una mujer que se viera tan adorable con el pelo todo despeinado. —Instintivamente Lara se llevó una mano al pelo para intentar peinarse, pero Guido la detuvo, tomó su mano y se la besó.— Me gusta cómo te ves así... principalmente porque fui yo el responsable.

Ella se empezó a reír de su comentario. No era una risa estridente, ni era una risa sarcástica, era muy natural y a él le hubiera encantado escucharla el resto de su vida, y su sonrisa se hizo más ancha.

—¿Qué hora es? —Preguntó Lara.

—Son las 7:40 de la mañana.

—¿Siempre te despertas a esta hora?

—Sí. —Contestó Guido.

—Y entonces —Lara se puso en la misma posición que Guido.— ¿Por qué te molesta ver a una clienta a las 9 de la mañana?

—Todos los días voy al gimnasio a las 8 de la mañana.

—Sí, lo puedo notar —Dijo al tiempo que pasaba una mano por el pecho de Guido—, en ese caso, creo que estoy interfiriendo con tus actividades.

—Bueno... —Dijo mientras se acercaba lentamente a ella.— tal vez si hago otro tipo de ejercicio mi rutina no se vea afectada.

Y la besó, pero el beso duró muy poco como algo lindo y tierno, y rápidamente se convirtió en algo apasionado. Guido se colocó sobre Lara y la presionó contra el colchón de la cama. Se separa apenas unos milímetros de su boca.

—Ser abogado y entrar a las 11 de la mañana tiene sus ventajas. —Y reanudó el beso.

Con gran velocidad la pasión se prendió dentro de ellos, y por fortuna para los dos en ese momento la ropa no era un estorbo, ya que los dos seguían desnudos, ahora solo estaban separados por una fina sábana.

Hasta que unos fuertes golpes en la puerta y unos gritos arruinaron el momento.

—¡Guido! —Gritaba un hombre desde el otro lado de la puerta principal.— ¡Abrí la puerta, Guido!

—¿Quién es? —Preguntó Lara que no sabía si reír de que los habían cachado in fraganti o llorar porque de nuevo se iba a quedar con las ganas.

—Patricio. —Contestó a secas, él sí no estaba nada contento de quedarse con las ganas.

—¿Y qué hace acá? —Preguntó un poco más alarmada.

—Vamos juntos al gym, y me olvidé por completo. —Dijo mientras se ponía un pantalón.— Quédate acá y no salgas, si te ve, me va matar... por favor, quédate acá. —Antes de salir de dio un rápido beso en los labios y salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí.

Guido fue corriendo a la puerta para abrirla. En cuanto lo hizo, Pato entró sin pedir permiso.

—¿Qué haces? ¿Por qué no estás vestido? —Preguntó cuando lo vio medio desnudo.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora