Capítulo 14.

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Guido no tardó ni dos segundos en acceder a la propuesta de Lara de seguir adelante con el viaje, metió las maletas en la cajuela del coche y enseguida salieron rumbo a Gualeguaychú.

Pero durante el trayecto, en la autopista, Guido miraba de rejo a Lara de cuando en cuando. Se había mostrado dispuesta a seguir el viaje, pero no había dicho ni una sola palabra desde que habían salido.

— ¿Segura que estás bien? —preguntó Guido mirando fijamente la carretera.

Lara se volvió para mirarlo y él también la miró.— Sí, estoy bien. No te preocupes.

Bueno, en una carretera, en un carro que iba a 100 km/hrs, Lara no iba a poder evitar que hablara con él.—  ¿Y por qué estás tan callada?

— ¿De qué queres hablar? —Sabía a qué se refería, pero no quería tocar el tema de Víctor.

— De vos, quiero que hablemos de vos, Lara.

— ¿De mi? ¿Pero por qué de mí? Podemos hablar del clima... del paisaje... —intentó desviar el tema.

— ¿Qué te dijo el tal Víctor? —decidió que lo mejor era ir directo al grano, y la miró.

— ¿Víctor? Nada... deja la vista en el camino, por favor, no me mires a mí, vamos a chocar.

— No te preocupes no va a pasar nada de eso y no te pareces nada a la Lara que conozco, decime qué pasó. —Y miró de nuevo el camino.

Lara suspiró.— Es un hombre imbécil y prepotente. Apareció en la casa actuando como si nada hubiera pasado, como si debiera estar eternamente agradecida porque él está conmigo. —dijo cruzándose de brazos enfadada.

—¿Todavía lo queres? —hacer esa pregunta le dolió un poco.

— No, obviamente que no. —Pero la seguridad con la que Lara le contestó le hizo sentir un poco mejor.— ¿Por qué pensas eso? —Preguntó Lara extrañada.

—No sé... es que hablas como si te doliera mucho lo que te hizo.

— Me dolió lo que me hizo, Guido, me mintió, me usó, se robó mis pinturas, claro que me dolió lo que me hizo. Pero lo que más me molesta es que el hombre ni siquiera tiene la decencia de pedir disculpas, vuelve a mi vida como... como... —estaba tan enfadada que no sabía cómo describir la situación.

— ¿Ves? A eso es a lo que me refiero. Hablas como si no pudieras soportar lo que te hizo, como que lo esperabas de todo el mundo menos de él.

—Bueno, era la última persona de quién me esperaba algo así. Estaba tan enojada conmigo misma cuando me di cuenta de la clase de persona que era, me sentí tan idiota.

— No digas eso —le dijo con mucha ternura.— porque no lo sos.

— Se robó mis pinturas, mi trabajo, mi esfuerzo. Y él lo sabe, sabía que era lo que yo más preciaba en el mundo.

— ¿Te hizo daño? —preguntó él con cautela.

— Me dio en el orgullo, todavía me pregunto cómo no vi el ser mentiroso y despreciable que era. Ya te lo dije una vez, las pinturas eran malas, sólo quiero que cada quien reciba lo que merece.

— Entonces no te preocupes —dijo entrelazando sus dedos con los de Lara.— , yo me voy a encargar de que ese tipo se arrepienta de haberse encontrado en tu camino. No voy a dejar que te vuelva a lastimar en algún sentido.

La amenaza hacia Víctor la hizo sonreír.

— ¿Me defenderías de él?

— De él y de cualquiera que intentara lastimarte. —le dijo volviendo a verla, pero esta vez con una sonrisa en sus labios. Y volvió la vista a la carretera.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora