Capítulo 15.

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Un gran estruendo proveniente de afuera despertó a Lara sobre saltándola; y en cuanto abrió los ojos una ráfaga de viento hizo que la piel se le pusiera de gallina.

Se acurrucó en la cama buscando calor y fue cuando calló en cuenta: Guido no estaba en la cama. Sobresaltada se incorporó y miró el reloj, eran las 10 de la mañana.

Salió de la cama en busca de una bata para ir a buscar a Guido, solo entonces se dio cuenta de que estaba lloviendo, cuando otro trueno la hizo sobresaltarse.

Decidió mejor ir a bañarse, al fin y al cabo Guido no la iba a abandonar ahí, y aunque lo hiciera qué podría pasarle. Media hora más tarde ya cambiada y bañada, mientras se cepillaba el cabello escuchó unos ruidos que provenían de la planta baja.

Se recogió el cabello en una coleta y bajó para ver qué era lo que provocaba el ruido.

Toda la casa estaba en completo silencio, a excepción de los ruidos, así que los fue siguiendo hasta que llegó a la cocina. Pero estaba completamente vacía cuando entró ahí.

Un trueno más la hizo dar un pequeño brinco, después de eso una risa cálida se escuchó detrás de ella.

—No sabía que te daban miedo los truenos. —dijo divertido.

— No me dan miedo —le contestó sonriéndole.— , pero no me lo esperaba, me asustó el sonido tan estrepitoso.

— Bueno, espero que no vayas a saltar cada vez que escuches un trueno.

— ¿Por qué?

— Está lloviendo, es una tormenta eléctrica. Cuando me desperté estaba lloviznando, fui a comprar comida porque no había nada, y en la radio dijeron que había tormenta eléctrica, y al parecer va a seguir lloviendo todo el día, así que nuestro gran fin de semana se arruinó.

— Pero ¿Por qué se arruinó?

— No podemos salir por la lluvia.

— Tampoco es fundamental que vayamos a pasear, podemos pasar el día acá, solos vos y yo, acá, solitos... podemos desayunar.

— Eso me parece una gran idea. —reflexionó Guido.

—Bien, ¿queres que te haga unas crepas? — preguntó Lara.

— Yo... estaba pensando en otra clase de desayuno. —dijo Guido abrazándola por la cintura.

—Pero, Guido, recién me acabo de vestir.

— Sí, y yo te voy a desvestir.

Y no la dejó seguir reclamando. La abrazó más fuerte contra sí y sus labios encontraron los suyos. Después de besarla un rato la levanto en sus brazos y la llevó directo a la cama.

Con mucho cuidado le quitó los jeans que se había puesto. Y besó cada centímetro de sus piernas, desde sus tobillos hasta su cadera. Ahí tomo la punta del sweter y se lo quitó, besando cada centímetro de su cálida y tersa piel.

Y no tardó más de diez segundos en deshacerse de su ropa. Se acostó en la cama junto a ella y la volvió a besar. Una de sus manos la recorrió desde su cuello hasta su entrepierna.

Presionó su clítoris y ella se arqueó contra él jadeando. El calor recorrió su cuerpo y la mojó por completo. Guido empezó a jugar con su clítoris, moviéndolo en círculos, a veces suaves y lentos y a veces rápidos y toscos.

Y con cada caricia se ponía más húmeda, hasta que ya no pudo soportarlo y acabó en su mano, su respiración se hizo dificultosa y estalló en un orgasmo.

Apenas se estaba recuperando cuando Guido la penetró, la sensibilidad que aún tenía hizo que sus caderas fueran a su encuentro y que las paredes de su vagina se cerraran al rededor de su miembro pidiendo más.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora