Capítulo 13.

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—¿Qué vas a hacer qué? —Micaela miraba sorprendida a Lara mientras ella con toda la calma del mundo metía su ropa en una maleta.

—Me voy con Guido. —le dijo sonriendo.

— ¿Te vas con él? ¿Cómo? ¿Por qué? —No podía creer lo que su amiga le decía.

—Solamente es un fin de semana, no es para tanto, Mica.

— ¿Qué no es para tanto? Pensé que lo de ustedes era sin compromiso.

— Es sin compromiso.

— ¿Entonces por qué se van? Eso ya es un compromiso.

— No, Mica, vamos a pasar tiempo juntos. Nada más.

— Eso es compromiso. —volvió a señalar.

—Claro que no, es... un momento de diversión.

Micaela se quedó callada unos minutos. —Tal vez eso sea lo que necesitas.

— ¿Qué? —preguntó Lara extrañada.

— Una relación de verdad, estable.

—No, nada que ver, ya tuve bastante de relaciones "de verdad" con Víctor.

—Entonces no vayas con él. Lara, no es lo mismo pasar unas cuantas horas juntos que estar pegados todo el día, el encanto de este amorío se va a terminar después de que pasen un día juntos. Le estás robando la magia al asunto.

— Me parece que es otro tipo de magia. Además son 3 días nomas.

—Yo creo que se le va a terminar el encanto a tu príncipe azul cuando regresen. —El timbre sonó interrumpiéndola.— . Bien, creo que ya llegó.

Lara miró el reloj.— Todavía es temprano, me dijo que pasaría en una hora.

—Capaz se muere por tenerte para él solo, que romántico...

Lara dejó lo que estaba haciendo y fue a abrir la puerta, pero se detuvo a contestarle a su amiga.— ¿Hace un minuto te parecía la peor idea del mundo y ahora es romántico?

—Sigue sin parecerme una buena idea, pero con todo es romántico. Anda, dale. No lo hagas esperar.

Lara bajó las escaleras rápidamente, hizo una pausa ante la puerta y tomó aire. Sonrió y abrió la puerta, pero al ver quien se encontraba del otro lado, la sonrisa desapareció de sus labios.

— ¿Qué estás haciendo acá? —preguntó entre sorprendida y enojada.

— Lara, a mí también me da gusto verte.— Pasando a un lado de ella Víctor entró en la casa.— Esperaba una bienvenida diferente.

—Si esperabas que te recibiera con una pistola, discúlpame —dijo sarcástica .— no tuve tiempo de prepárarme para tu llegada.

—Esperaba que te lanzaras a mis brazos declarándome amor eterno.

—Andate, Víctor, no sos bienvenido. —dijo Lara señalando la puerta.

— Pero si esta es mi casa, Lara, vas a sacarme de mi casa.

—No fue tu casa cuando decidiste robarte mis pinturas e irte.

— ¿Seguís molesta por eso? —se sentó en uno de los sillones y subió los pies a la mesa.— . Ay, Lara, cuando vas a entender que los hombres necesitamos libertad, no podemos encadenarnos a una sola mujer para siempre. Y sobre tus pinturas, la verdad, es que eran bastante malas.

El sonido de que alguien bajaba las escaleras los distrajo a ambos. Víctor sonrió con satisfacción de reconocer a Micaela.

—Mica, cuánto tiempo sin verte. ¿Seguramente vos si vas a darme un abrazo de bienvenida? —preguntó cínicamente.

— ¿Qué está haciendo este animal acá, Lara? —Preguntó indignada Mica, al igual que su amiga.

—Víctor, andate, antes de que...

—¿Antes de qué? ¿Qué vas a hacerme?

— ¿Queres que llame a la policía, Lara? — preguntó Mica.

En ese momento, el timbre los volvió a interrumpir. Víctor se puso de pie y fue a abrir la puerta.

— Aaah, como en los viejos tiempos, nuestra primera visita. Sonreí, Lara, no quiero que piensen que mi novia no es feliz —declaró con absoluto cinismo, pero ahora fue a él a quien la sonrisa se le borró al ver quien había tocado la puerta.

— ¿Qué se te ofrece? —preguntó Víctor enojado.

Guido miró al hombre que acababa de abrirle la puerta. Era más bajo que él, lo recorrió con la mirada sin decir una palabra. Como no respondió su pregunta Víctor se impacientó.

— Si no se te ofrece nada, entonces hasta luego. —Iba a cerrarle la puerta en la cara pero Guido lo detuvo.

—¿Quién es usted? —preguntó.

—Él dueño de esta casa y...

— ¡Guido! —La voz de Lara le robó la atención de Guido a Víctor, pero después Lara se dirigió a este último.— Víctor, andate. Ya te dije que no sos bienvenido.

Al escuchar el nombre del hombre que estaba en la casa de Lara, Guido dejó de mirarla para regresar su atención a Víctor.

— ¿Vino a disculparse con Lara? —preguntó Guido.

— ¿A disculparme? —preguntó Víctor incrédulo.— Esta es mi casa.

— Víctor, andate, por favor. —volvió a pedir Lara.

— ¡Callate, Lara! —le grito Víctor, pero antes de que pudiera decir algo más, Guido lo agarro de las solapas de la camisa y arremetió con él hacia la pared.

— ¿Qué? —fue lo único que puedo preguntar Víctor.

—Discúlpate.

—Perdón... Lara. —dijo a regañadientes, y Guido lo soltó. Víctor cayó al suelo.

— Tomatelas —le dijo Guido a Víctor.— , antes de que te saque yo con mis propias manos.

— ¡Esta es mi casa!

— No, esta es la casa de Lara, y no quiero verlo de nuevo acá o cerca de ella, porque de lo contrario haré que lo metan a la cárcel por acoso. —declaró Guido tratando de mantener la cordialidad.

— No podes hacer eso. —alegó Víctor.

— Sí, sí puedo y lo voy a hacer si lo vuelvo a ver cerca de Lara.  —le advirtió.

Víctor se arregló la camisa, y con un sepulcral silencio salió de la casa. En cuanto la puerta se cerró Guido corrió a abrazar a Lara.

— ¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

— No, estoy bien. —contestó Lara sintiéndose mejor por estar entre sus brazos.

Habría sido un momento perfecto de no ser porque justo cuando Guido la iba a besar Micaela se aclaro la garganta. Los dos la miraron sorprendidos pues la habían olvidado por completo.

—Bueno, Lara, ya que estás en buenas manos, me voy —agarró sus cosas y se dirigió a la puerta.— . Espero que pases un buen fin de semana.

Cerró la puerta y Lara y Guido se quedaron en silencio absoluto.

—Guido...

—Si no queres que no vayamos de viaje —dijo adelantándose a lo que pensaba que le diría Lara.—  no importa, podemos quedarnos si eso es lo que queres.

— ¿Qué? ¿Cancelar el viaje?

Guido asintió.

—No, yo quería darte las gracias por lo que acabas de hacer. Por defenderme.

— Haría lo que fuera por vos.

— ¿De verdad? —preguntó Lara con una luz especial en los ojos.

— Sí. —le contestó Guido dándole un corto beso en los labios.

—Entonces vámonos, ¡ya!

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora