Capítulo 10.

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Guido estaba en su oficina revisando papeles, o al menos eso era lo que fingía, porque aunque sus ojos vagan por las hojas llenas de letras si en ese momento alguien le hubiera preguntado de qué trataban no habría sabido que contestar, y es que su mente estaba completamente centrada en Lara.

No se podía concentrar en otra cosa que no fuera ella, todavía podía sentir su cuerpo bajo el suyo, su suave piel contra la de él. Ah, como le encantaría volver a repetir una sesión como la de anoche. Tan metido en sus pensamientos estaba que no se dio cuenta que alguien entró en su oficina.

—Hola, Gui. —Él no contestó, seguía con la mirada perdida en los papeles que estaban enfrente de él.— Gui... Ey Gui... ¡Armido!

Inmediatamente volteó a ver a la dueña de la voz.

—Melissa. —Se puso de pie y fue a saludarla.—, ¿cómo estás? ¿Qué haces acá?

—Vine a preguntarte si no sabes dónde está Pato.

—La verdad es no sé. Vino hace una hora, pero no sé donde se metió.

—¿Y vos estás bien? —Preguntó ella con precaución.

—Sí, estoy... muy bien. ¿Por qué preguntas?

—Te notó un poco distraído... ¿pasaste una buena noche? —La pregunta de Mel iba con todo el doble sentido que se puede poner en una pregunta.

Y la sonrisa que se dibujó en el rostro de él le dio la respuesta que necesitaba.

—Pasé muy buena noche, la verdad.

En ese momento tocaron la puerta, y la secretaria de Guido asomó la cabeza.

—Disculpe, señor, una cliente viene a verlo.

—¿Quién? —Preguntó él.

—La pintora, la señorita Lara está aquí. —Fue todo lo que dijo y cerró la puerta.

Mel sonrió.

—Bueno, Gui, es momento de que me vaya, tengo que hablar sobre muchas cosas con Patricio. —Le dio un beso en la mejilla y se fue.

Un minuto después de que salió Mel, entró Lara. Se veía tan radiante vestida con un vestido azul, unas sandalias y el cabello suelto. Se la veía muy fresca, aunque Guido decidió que por muy bonita que se viera, le gustaba más cuando estaba en la cama.

—¿Qué haces acá? —Preguntó Guido acercándose a ella.

—Hola —Eespondió con sarcasmo -, sí, a mí también me da gusto verte.

—A mí también me da gusto verte, pero si Patricio te ve acá nos va a matar a los dos.

—¿Por qué? Yo solo vengo a ver a mi abogado. —Dijo al tiempo que cerraba el espacio entre ellos y lo rodeaba con los brazos.

—No, espera —La sujetó por los hombros y así evitar que se siguiera acercando a él.— Si nos descubren...

—No nos van a descubrir. Dale, tenemos poco tiempo.

Y por fin unió sus labios a los de Guido. Inmediatamente la pasión y la lujuria se prendieron en él, y la abrazo intensamente contra sí al tiempo que profundizaba el beso.

Y ella le correspondió de la misma forma al sentir la lengua de Guido introducirse en su boca, la suya fue a buscarlo y sus lenguas se entrelazaron iniciando una danza de auténtica pasión.

Con la pasión también se desató la urgencia, pues a diferencia de la primera vez ya sabía que era lo que les esperaba. Él separó unos milímetros sus labios de los de ella.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora