Capítulo 12.

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—¿Tenes algún plan para este fin de semana? —preguntó Guido, interrumpiendo el beso.

—Ninguno... creo. —repasó mentalmente todo lo que tenía planeado para el fin de semana. - No tengo nada importante que hacer. ¿Por qué?

—Bueno, porque en Gualeguaychú, que está medio vacío ahora, pero si queres vos y yo podemos pasar el fin de semana ahí. Los dos —le dio un beso.—, solitos.

—Mmmm... Bueno... creo que eso podría complicarse un poco.

—¿Por qué? —preguntó completamente extrañado.

—No estoy totalmente convencida de que tenga ganas de pasar el fin de semana con vos —le dijo acariciándole el pecho por encima de la camisa.— Pero podes intentar convencerme.

—Mmmmm... ¿Qué te parece si primero comemos y después paso la noche intentando convencerte?

—Si tenes ganas. —se soltó de su abrazo y fue a la cocina por la comida.

—¿Qué estabas haciendo antes de que llegara? —le preguntó Guido recargándose en el marco de la puerta de la cocina mientras la veía desplazarse por ella.

—Pintaba. —contestó ella sin dejar de moverse, sacando platos y vasos.

— ¿Puedo ver el cuadro? —inquirió Guido.

—No. —respondió simplemente ella.

—¿Por qué?

— Dale, dejame verlo. Vos misma dijiste que te gustaba tu obra y no eras tímida en ese aspecto. Dejame verla.

Pero antes de que Lara pudiera contestarle, Guido se dio la vuelta y se dirigió a su estudio. Entró en él y vio la pintura que ella apenas comenzaba.
El cuadro de Lara todavía no estaba terminado, pero Guido se quedó sorprendido al verlo. La mayor parte del cuadro solo era el bosquejo, las líneas con carbonilla. Había empezado a pintar con blanco, pero no llevaba mucho.

Era una recamara, aunque solo se alcanzaba a distinguir la cama; y en ella había un hombre y una mujer, abrazados y durmiendo.

—Somos... nosotros. —preguntó en voz baja Guido, aunque era una afirmación.

— Sí —susurró Lara, un poco apenada de que Guido descubriera su cuadro. Pero se sorprendió cuando Guido se giró con una mirada brillante.

—Prométeme que no vas a vender este cuadro.

—Pero los artistas viven de su arte.

—Pero no quiero que nadie lo vea. Esto —señaló el cuadro.— es algo tuyo y mío, y de nadie más.

—¿Y qué voy a hacer con él?  —preguntó Lara.— ¿Guardarlo para siempre?

—No. Yo lo quiero, lo voy a colgar en frente de mi cama, para cada vez que me despierte lo primero que vea sea a nosotros juntos.

—¿De verdad? —preguntó con una mirada llena de ilusión.

—De verdad.

—Bueno, entonces vamos a comer para que tengas energías porque no te voy a dejar descansar toda la noche.

—Ah, esa es otra sorpresa, tengo toda la mañana para dedicarte, hermosa.

Y dicho esto, se fueron a la cocina a comer y platicar durante un buen rato, con una gran promesa de pasión para esa noche.

Mientras terminaban de comer, Guido decidió volver a tocar el tema de pasar el fin de semana juntos.

— ¿Y al final? ¿Qué opinas de la propuesta que te hice?

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora