Capítulo 4: El móvil.

272 11 10
                                    

Cuando acaba la carrera de MotoGP, es decir cuando pasan los pilotos por línea de meta, me levanto del sofá donde he estado viendo la carrera con mi amiga y con mi hermano. Tengo hambre y no hay nada en casa. Así que voy directa a mi habitación a cambiarme e ir a buscar algo de comer, o comer fuera directamente. El medio bote de Pringles con guacamole no me ha quitado nada el hambre. Más bien lo he engullido de los nervios que me estaban dado ver a Àlex encima de la moto.

Su hermano por lo que he visto no es mejor para los ataques de ansiedad. Hace cada locura para adelantar que de ser otra persona ya me estarían enterrando tras ver a esos dos hermanos pilotando de esa manera. Pero a mí ni me ha inmutado. No me ha puesto nerviosa, pero es que no sabía ni quién era. Para mí hoy era un loco encima de una moto. Ahora sé que es el hermano del piloto que vi el otro día y con el que la prensa se ha empeñado en juntarme sin sentido alguno. Vamos que ese loco que no sabía quién es, sería mi supuesto cuñado postizo. Postizo porque ni siquiera conozco al hermano como para mantener una relación con él realmente.

Cuando entro al bar me pienso si pedir para comer allí o si pedir para llevármelo a casa. Por un lado, quiero comer sin prisas aquí mismo, pero por otra parte tengo a María y a mí hermano en casa que me he ido sin avisarles de que me iba a comer ni que me iba a ninguna parte. Así que saco el móvil y le mando un WhatsApp a María para saber si sigue en casa y si es así que me diga que le apetece que coja para ella aquí.

 Así que saco el móvil y le mando un WhatsApp a María para saber si sigue en casa y si es así que me diga que le apetece que coja para ella aquí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo que yo quiera. Pues será lo que más rabia me dé, no en el mal sentido. Para mí pido un vikingo de pollo, a mí hermano le pido un Americano y a María le pido un bocadillo al azar de la carta, no sé muy bien cual pueda preferir por encima de otros. Así que le pido el que más me llama la atención y listo. Me ha dicho que pida lo que yo quiera, así que luego no se me quejen.

Espero pacientemente a que preparen las tres cosas. Tengo hambre voraz pero no era justo quedarme a comer y no llevarles nada a esos dos. Aunque María parecía que no tenía ningún problema con ir a su casa a comer. Y mi hermano ya no es un niño así que podría haberlas arreglado por un día él solito. Pero ya da igual. Ya he decidido comprarles algo.

Las tripas amenazan con comerse a la primera persona o cosa que se me ponga por delante. Son muy poco paciente con el estómago medio o vacío del todo. Y el tiempo parece que no quiere pasar hoy. Diría que llevo horas esperando a que me pongan un bocadillo, un sándwich y un cruasán. Y eso que no he pedido nada super complicado. Llego a irme a un restaurante de esos de estrella Michelín y además de que seguro que no sirven comida para llevar me dejan sin mi comida tres horas esperando.

Son casi las cuatro de la tarde cuando por fin me dan mi bolsa con mi pedido. Les doy la tarjeta para que se cobren y al instante ya sé que la he cagado. Ya han visto mi nombre estampado en la tarjeta de débito, Xenia Márquez Pérez, y si hasta ahora no se habían fijado de que era yo, ahora con la cara del camarero me ha dejado claro que sí.

-Sí, soy yo. Pero si me puede cobrar y ya... Se lo agradecería. Tengo prisa y mucha hambre.
-Claro.

Mete por fin la tarjeta en el datáfono y me lo pasa para poder poner el PIN de la tarjeta. Y una vez que me aseguro de que ha cogido la tarjeta y de que está saliendo el ticket, me voy con mi comida en la mano y mi tarjeta en el bolsillo y ni me paro a pedir la copia.

Triple Márquez (TM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora