1.3 (Primer fragmento)

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PARTE 1: 3 (Primer fragmento)

Bocha abrió los ojos porque el perro de don Guillermo ladraba con insistencia desde adentro de su casa y él se quedó inmóvil, intentando distinguir movimientos en la oscuridad.

«Que no sea esta noche», se dijo a sí mismo, buscando a David en cada rincón.

De la nada, los demás perros de la cuadra también se sumaron al coro de ladridos y él se sentó en la cama, ya sin una pizca de sueño, intentando distinguir algo más que la preocupación canina. Con cuidado y movimientos ágiles, se bajó de la cama marinera y se acercó a la entrada de las piezas, para darle una rápida mirada a la cocina-comedor: no había nadie robando nada. Miró hacia izquierda, donde estaba la cama de su vieja, y la encontró ya levantada, parada al lado de la ventana que quedaba daba al patio de adelante, mirando para afuera. Gastón pensó en preguntarle si pasaba algo, pero prefirió acercarse para no despertar a sus hermanos. Ella le dio una rápida mirada cuando ya casi estaba su lado, pero después volvió a mirar hacia afuera, moviendo la cortina roja desgastada por el sol.

—Quedate acá —le ordenó en susurros—, si viene ya sabés qué hacer.

Y su mamá se fue a la cocina comedor, seguramente a trabar las puertas con algo más, porque a veces el cerrarlas solo con llave no era suficiente.

Gastón ya tenía adrenalina en las venas y estaba totalmente alerta, como los perros de la cuadra, que ladraban por algo que solo ellos presentían. No se distinguía un alma en la calle, pero escuchó un grito en la esquina, uno masculino, aunque no supo distinguir si había dicho algo en particular o si era un grito sin importancia.

«Que no sea esta noche —se repitió—. Ni esta ni otra».

—¿Gastón? —susurró Priscila, que parecía también se había levantado.

—Sh —la mandó a callar, sin sacar la vista de todo el panorama que le ofrecía la ventana. Como se les había quedado trabada la persiana a medio caer, Gastón se puso de cuclillas y se quedó mirando desde ahí, para así era menos evidente que estaba espiando; alguien cruzó corriendo por la vereda y su vieja volvió con él, a las apuradas.

A medida que pasaban los segundos y los perros seguían inquietos, la adrenalina se mezclaba con nervios, porque la ansiedad e inseguridad eran de lo peor; tener reflejos ante circunstancias imprevistas siempre había sido lo suyo, no eso de quedar a la espera.

—Parece que no es nada —dijo su vieja al rato, cuando de uno en uno los perros dejaron de ladrar. Gastón se levantó porque se le había empezado a cortar la circulación en las piernas pero se quedó mirando un rato más la ventana—. Vuelvan a la cama.

Él todavía estaba inquieto; habían pasado varios meses sin noticias de David, pero él siempre tenía la sensación que iba a venir apenas se relajaran, entonces la preocupación nunca se iba del todo. Nunca se podía relajar.

Su mamá le puso la mano en el pecho y entonces la miró, porque no tenía más remedio.

—Volvé a la cama. Tratá de dormir que mañana tenés que ir a la escuela, dale.

No esperó que se lo dijera dos veces y le dio una última mirada a la calle; seguía sin aparecer. Gastón suspiró y en vez de irse a la cama, se fue al baño, porque de repente le dieron ganas de mear. Cruzó la cocina-comedor y vio una silla trabando la puerta de adelante y otra la de atrás, como si eso pudiera parar a David cuando se aparecía drogado, buscando cualquier mierda para vender...

Otra noche más desvelada, otra noche más que les alteraba sin siquiera estar ahí.

Lo odiaba. Lo había amado, antes, cuando era un buen padre, pero tantos años de abuso habían enterrado por completo esas anécdotas. Ahora David era una constante tortura.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora