1.1 (Tercer fragmento)

301 39 60
                                    

PARTE 1: 1 (Tercer fragmento)

Cuando por fin llegaron a su destino, habían pasado poco más de una hora, en parte perdidos (porque nadie había sido lo suficientemente inteligente como para mirar un mapa antes de salir) y en en la otra, rotando de uno en uno quién iba pedaleando (porque se habían cruzado un montón de calles empinadas y sus amigos no las aguantaban).

—Que alguien me recuerde que para la próxima que quieran hacerse pasar por buenitos, haga como que no los conozco —suspiró Francisco, intentando recobrar el aliento desde la bici de Santiago.

—En realidad nadie forzó a nadie a venir... —murmuró Fabi, agarrado todavía de sus hombos.

—Mi tío me va a matar como tarde más en llegar... —Supiró el petizo, preocupado, saltando del asiento trasero de su bici y mirando la numeración de una casa alta del estilo antiguo, bastante maltrecha frente a ellos.

—Bueno, cierren el orto, quejosos —dijo él—. Ahora llamo, dejamos esto y nos vamos.

Fabián se bajó de su bicicleta y él pudo hacerlo después, sintiendo las piernas algo entumecidas de tanto esfuerzo físico. Miró a ambos lados de la calle y vereda, para ver si pasaba gente cerca, pero la verdad es que ese barrio en el que estaban parecía re muerto y bastante pesado. Las casas eran todas viejas y descuidadas, como de típico barrio lleno de jubilados que no tenían fuerzas ni tiempo para cuidar el jardín ni mucho menos la casa.

Bocha sacó la billetera y los papeles de adentro para corroborar que estaban en la numeración correcta y se acercó a un portón alto de madera enrejado; miró las ventanas para ver si salía luz de adentro o se escuchaba algún ruido, pero los postigones estaban totalmente cerrados.

—¿Vivirá alguien? —preguntó Pancho sosteniendo su bici mientras Fabián se le ponía al lado para acercarse a la puerta con él—. ¿Será una familia como la del Fabi que se viven mudando? Las direcciones del DNI no se cambian tan seguido si te mudás cada dos años.

—Ya veo que hicimos todo este viaje al re pedo —acotó Santi.

Gastón tocó el timbre para terminar con la pavada y Fabián le acomodó el pelo de la frente; él lo miró sin entender un carajo de lo que hacía y alguien abrió la ventana del costado y una pequeña rendija de los postigones.

—¿Sí? —preguntó una mujer sin mostrarse.

—Eh, perdón, señora... —se apuró Bocha a decirle a la ventana—. ¿Acá vive un tal... Jesús María Otero? —Como ella no dijo nada, Gastón se apuró a sacar la billetera y los papeles; no estaba seguro si podía verlos, pero los levantó y mostró—. Encontramos su billetera, ya no tiene nada, pero vimos unos papeles que parecen importantes. ¿Vive acá?

La mujer soltó un suspiro de sorpresa.

—¿Quién es? —preguntó un hombre por atrás. Fabián le dio un codazo a Bocha con media sonrisa.

—¡Encontraron tu billetera, papi!

La puerta se abrió enseguida para adentro, haciendo un chillido horrible; Francisco se llevó el puño a los dientes, seguramente con dolor, y él con Santi dieron un paso atrás, en acto reflejo.

Les abrió un hombre muy alto y que en cierta forma le recordó a Álvaro, el tío de Santiago: era trigueño y con rasgos de Jujuy o alguna provincia del norte; era el mismo de la foto del DNI, así que Bocha le ofreció la billetera con los documentos a través de la reja que no habían abierto. El hombre le agarró las cosas con una expresión rara.

—No puedo creerlo... —dijo mientras su mujer se aparecía por atrás; tenían los mismos rasgos y el pelo bien oscuro, como el suyo—. Hoy me la robaron... Y pensé que lo había perdido todo...

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora