3.2 (Segundo fragmento)

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Parte 3: 2 (Segundo fragmento)

Gastón estaba nervioso y ansioso esperando en una incómoda banca de cemento. Movía sus pies de arriba abajo, miraba a cada rato la hora en su celular y después hacia la vereda de donde creía que iba a aparecer Fabián. Cada tanto volvía a abrir la corta y seca conversación que había tenido el día anterior con él y la cerraba cuando el nudo en su estómago volvía a crecer. Tenía un mal presentimiento y estaba angustiado por lo que había pasado el viernes.

Finalmente, con veinte minutos de retraso, vio aparecer la silueta de Fabián por el rincón. Las mariposas anudadas revolotearon por su estómago mientras le veía entrar a la plaza, esquivando a unos nenes que corrieron de sus padres hasta los poquitos juegos que había más allá; Gastón siguió con celular en la mano, apoyando sus codos sobre sus rodillas, simplemente aguantando.

—Perdón —fue lo primero que le dijo mientras se acercaba—. El bondi en el que venía se descompuso en la ruta, nos tuvimos que bajar y esperar a otro que nos trajera.

Gastón le dio una leve sonrisa, casi sin saber cómo comportarse.

—No pasa nada —le dijo y se levantó para saludarlo.

Se dieron un beso en la mejilla y se sentaron juntos. Fabián suspiró y miró el panorama de la plaza mientras recobraba el aliento, que parecía que había caminado muy rápido desde la estación. Gastón no estaba seguro por qué había elegido esa plaza tan diminuta y apartada, supuso porque había menos movimiento de gente que en la central; igual se sentía un poco raro.

—Gracias por venir a pesar de que estuve desaparecido —murmuró Fabián y Bocha no pudo evitar mirarlo; llevaba un semblante frío pero cuando se encontró con sus ojos no vio nada más que sinceridad pura—. Tenías razón en lo que dijiste, estoy muy lejos de ser un buen amigo.

Gastón se quedó mirando sus expresiones; se le notaba cansado, quizás había pasado la noche recapacitando, pero entonces le vio una marca en el cuello, justo arriba de collar que le había dado como regalo. Eso era un mensaje de Brillitos, que en realidad podía haber pasado todo el sábado con él como si nada y ahora estaba ahí intentando ponerle excusas.

Bocha respiró y se puso a mirar al frente, incómodo.

—¿Querías que nos juntemos solo para decirme eso...? —no pudo evitar preguntar, un poco molesto ante la idea que se le había cruzado.

—No. Quiero decirte muchas cosas, en realidad, pero se me hace difícil ponerlo en palabras y empezar... —Gastón volvió a mirarle; encontró a Fabián nervioso, moviendo sus dedos sobre los dobleces de su remera y con los pies inquietos—. Pero antes de eso, quiero saber si me podés responder algo primero.

Bocha le frunció las cejas y se quedó expectante. Fabián le clavó los ojos, como si esperara una respuesta verbal.

—¿Qué? —preguntó entonces para que siguiera, porque la situación se le estaba haciendo insoportable.

—¿Es verdad lo que dijiste frente a todos...? ¿No sos hetero?

Gastón estuvo a punto de gruñir, pero no lo hizo, simplemente soltó una carcajada corta y seca y se puso a mirar los árboles de allá al frente.

—¿Por qué de repente eso es más importante que todo lo demás? —bufó—. ¿Por qué todos ahora se alteran con eso? ¿Por qué para todos de repente es tan importante? Santiago también me lo cuestionó como si fuera la gran cosa, pero solo lo dije porque tu novio prejuicioso estaba diciendo que el fútbol solo puede gustarle a los heteros.

—Es que no me lo esperaba —murmuró Fabián, cabizbajo—. Yo te conté que a mí no me van las mujeres, pero lo hice cuando estábamos a solas...

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora