1.1 (Cuarto fragmento)

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PARTE 1: 1 (Cuarto fragmento)

Fabián vivía en una especie de monoblock que habían construido hacía relativamente poco a unas cuantas cuadras afuera de la villa, en el barrio Libertador. Había una sola pieza, que era la de su vieja, y él dormía en el comedor, en su cama que usaban también de sillón cuando no era de noche. Siempre había ruido porque los bondis constantemente pasaban por la calle de ahí adelante y había movimiento de gente constante en las paradas.

Era la primera vez que iban los dos solos ahí.

—¿Qué te hace falta? —preguntó Fabi abriendo su heladera—. Tengo algo de guiso que sobró de anoche y... supongo debe haber algo más por acá...

Gastón miró la casa limpia y ordenada con cierta incomodidad; sentía que cualquier cosa que tocara la iba a manchar de tierra.

—No sé. Lo que vos puedas está bien —le dijo. No iba a ponerse en quisquilloso, la verdad era que hasta un paquete de galletitas húmedas les iba a ir de maravillas.

Fabián sacó un tazón con guiso de arroz y albóndigas caseras y a Gastón le volvieron a crujir las tripas de solo verlo. Ya había perdido la cuenta de hacía cuánto habían comido algo así; sus hermanos se iban a poner locos de contentos si llevaban eso.

—¿Tienen algo para tomar? —preguntó Fabi, con medio cuerpo metido en la heladera, buscando algo en el fondo.

—Sí, sí.

Gastón se quedó mirando la televisión de LED que tenían ahí apagada frente a la cama de Fabián, también vio un reproductor de DVD y varios libros y adornos de cerámica en la biblioteca. Era como un universo paralelo o de esas casas que salían en las telenovelas. Era como un sueño.

—¿Esto va a alcanzar? —preguntó su amigo y él se dio la vuelta para verlo.

—Sí, posta. Gracias.

Fabián le sonrió, envolvió el tazón de metal con un repasador y se lo dio.

—¿Te molesta si te acompaño? Es un embole estar acá solo. Mi vieja tiene guardia hoy y no viene hasta mañana a la mañana.

—No, dale. Vamos.

Fabián se puso al volante de nuevo y él llevó la comida atrás, parado, porque no tenía lugar para sentarse; Fabián manejó con cuidado porque los dos tenían miedo de caerse de jeta al barro.

—¿Tu vieja sigue laburando en el mismo hospital de antes? —preguntó con curiosidad, mientras Fabián esquivaba los pozos de la calle y el agua estancada.

—No, está en el Manuel Belgrano —le dijo su amigo, sin voltear la cabeza, concentrado en manejar bien—. Tiene un re viaje hasta allá. Se toma tres bondis: el 670, el 176 y otro más que no me acuerdo. Creo que cualquiera que pase frente al hospital.

—No sé en dónde queda —confesó Bocha.

—Está al lado de la villa Zagala —contestó Fabián, mientras entraban a su barrio—. Es tirando para San Andrés al fondo, en Constituyentes.

—Ah... —dijo él, estirando la letra, pero la verdad era que no tenía mucha idea.

Se bajaron de la bici y Fabián la dejó en la pieza sin terminar que usaban de depósito. Dentro de su casa, sus hermanos más chicos andaban corriendo alrededor de la mesa jugando con unos juguetes rotos mientras su hermana estaba encorvada buscando algo en uno de los bolsos de su vieja.

—¡Ah, Gastón! —exclamó al verlo—. ¡Dijiste que volvías enseguida!

—¡Tón, Tón! —gritó Luca antes de ir corriendo a él para abrazarlo.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora