1.2 (Segundo fragmento)

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PARTE 1: 2 (Segundo fragmento)

Tomó una gran bocanada de aire al estar de pie frente a la casa de los Rossi; tenía el estómago revuelto y todavía no estaba seguro si estaba haciendo lo correcto en ir de primeras a ese lugar, pero necesitaba un laburo y tenía que ir a por todas las opciones posibles, aunque el tío de Santiago era un tipo muy serio, cuida y algo raro, y, aunque habían malos rumores sobre él, siempre coincidían en algo: era muy laburador y se las ingeniaba para todo.

Gastón sabía bien quién era, lo llevaba cruzando desde que tenía memoria porque como él, había crecido en Costa Esperanza, y lo conocía un poco más desde que se había hecho amigo de Santi, así que no tenía que tenerle miedo. Era absurdo tenerle miedo, así que tomó valor y en vez de tocar el timbre que daba a la ventana en donde Lidia vendía cosas de pastelería, golpeó las manos para que saliera alguien por la puerta.

Bocha apretó sus manos contra el volante de la bici, nervioso, y esperó con impaciencia a que lo atendieran, pero como se tardaban, volvió a golpear las manos con fuerza por detrás del tejido.

Tras otro rato, corrieron la cortina del costado y apareció la cara de Lidia por detrás del vidrio, que frunció sus raras cejas con confusión y enseguida abrió.

—¿Bocha? —dijo, con el pelo recogido con un pañuelo y un delantal lleno de harina.

—Hola —saludó y sintió que le tembló la voz, entonces se odió. No quería parecer tímido adelante de ella, porque no lo era.

—Qué raro verte tan temprano —dijo con una sonrisa amable—. Santi está durmiendo...

—Sí, no lo vine a buscar a él.

—Y por lo de ayer, está castigad-oh —se interrumpió y después frunció las cejas otra vez—. ¿Cómo?

Bocha se había olvidado por completo lo que habían hecho el día anterior y se quiso ir a la mierda. Pero ya estaba ahí, estaba al horno.

—Perdón por lo de ayer —le dijo, porque ya daba igual, la cagada estaba hecha—. La idea de salir fue mía, pero no sabía que íbamos a tardar tanto, sino me iba solo.

Lidia torció el gesto.

—Si Álvaro estuviera acá, te habría dicho lo mismo que le dijo a Santi: que podrían haber tenido un accidente o te podrían haber robado la bici y dejarte sin manera de volver más que a pie, te podrían haber golpeado para robarte, apuntarte con un arma y varias opciones más... —Gastón miró el piso, sin saber qué decir—. Pero no soy él, no soy tu conciencia y no tengo mucho tiempo para hacerte ver todos los peligros que corrieron, tengo unas entregas que hacer. Si no viniste por Santi, decime en qué te puedo ayudar.

Bocha se rascó la nuca y la volvió a ver a los ojos.

—¿Álvaro no está? —preguntó incómodo.

—No, él trabaja los sábados hasta eso del mediodía.

—Ah...

—¿Necesitabas pedirle prestada alguna herramienta?

—No, no. La verdad era que solo quería hablar con él.

—Ah, bueno. Él viene después del mediodía, a eso de la una o una y media, pero a esa hora comemos.

—Ah, entonces vengo después del mediodía, a la tarde.

Lidia le sonrió y le señaló el interior de la casa.

—Bueno, yo igual le digo que viniste cuando llegue. Tengo que ir a ver las cosas que dejé al horno, perdoname que no te pueda atender bien.

—No, está bien. Muchas gracias, doña. Disculpe la molestia. Vuelvo después.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora