1.3 (Quinto fragmento)

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PARTE 1: 3 (Quinto fragmento)

El domingo Gastón se levantó temprano para terminar rápido todos sus quehaceres, estuvo a cargo de los tres enanos mientras Priscila y su vieja salían a comprar los víveres que podían en la feria del Libertador. Cocinó junto a su hermana y después de almorzar se preparó para irse; como Luca estaba más pegote que nunca con él y tanto a su mamá como Pri se las veía cansadas, Bocha lo vistió, lo peinó, preparó su mochila con pañales, óleo calcáreo, algodón, una muda de ropa y algunos autitos para llevárselo con él.

—Vamos, Lukilú —le dijo y su hermanito enseguida le entregó la mano, ya sabiendo la rutina de cuando tenían que salir.

Caminar con un enano de cuatro años a cuesta llevaba tiempo, así que solo lo hizo caminar hasta la esquina y después lo llevó en brazos el resto del camino a la casa de Fabián, porque no se animaba a irse en bici y que se le cayera o algo, era más seguro ir a pie.

Cuando llegaron y subieron la escalera, a Gastón le faltaba un poco el aliento, pero golpeó la puerta y esperó.

—Portate bien, Luki —le dijo, y éste dejó de curiosear todo con la mirada para verle a los ojos—. ¿Me vas a hacer caso?

Su hermano asintió y Fabián les abrió la puerta.

—Bocha —le dijo con una sonrisa y después miró a su hermano y su expresión fue más expresiva todavía—. ¡Ey, Luki!

El enano se soltó de su mano y fue directo a abrazarle las piernas a su amigo, que lo alzó y le dio un beso en el cachete. Bocha sonrió con un ardor en el estómago, porque le parecía hermoso que Luca fuese tan expresivo de golpe con alguien de afuera de la familia; la vez anterior apenas había empezado a hablarle y ahora se le entregaba en brazos.

—¿Cómo estás? ¿Cómo estás? —le preguntó Fabián mientras le hacía cosquillas y el otro se retorcía entre sus brazos, riéndose como loco.

—We, me voy a poner celoso —se burló—, lo recibís con más alegría a él que a mí.

Fabián dejó de hacerle cosquillas a Lu y lo miró a él.

—¿Qué? —preguntó, sin dejar de sonreír, mientras Lu lo miraba maravillado y le tocaba el pelo afro—. ¿Querés que te haga cosquillas a vos también?

Fabián amagó con hacerle cosquillas y él se alejó hacia atrás de inmediato.

—No, tocá de acá —respondió frunciendo las cejas porque la imagen mental se le hacía rarísima.

Fabián se río con soltura y se metió adentro de la casa con Luca en brazos, entonces él pidió permiso, pasó y cerró la puerta de entrada.

—Ah, no vino nadie todavía —dijo, al ver que la sala estaba vacía, con la televisión prendida en un canal de deportes—. Mierda, si lo sabía lo pasaba a buscar al Panchito. Pensé que iba a ser el último.

—Ah, no. Y Santi me mandó un mensaje que iba a llegar un poquito más tarde —comentó mientras sentaba a Lukita en el sillón—. ¿Le saco la campera?

—Sí, sí —aceptó y su amigo desabrigó a su hermano; Gastón aprovechó y se sacó la mochila y su propia campera.

—Ah, dejalo junto a mi mochila si querés. —Fabián le señaló la mochila negra con banderita de colores al lado del sillón-cama y él dejó la suya ahí, junto a la campera—. Ahora voy a liberar espacio en el perchero de allá, para que te sea más cómodo.

—Nah, dejá. Para mí es lo mismo.

Gastón sacó tres autitos para darle a Luca, que estaba mirándolo todo con curiosidad, pero sin moverse del sillón. Se le sentó al lado y se los mostró.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora