2.4 (Tercer fragmento)

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PARTE 2: 4 (Tercer fragmento)

El mundo se reducía a ellos dos, a sus pies moviéndose manipulando la pelota mientras Fabián intentaba sacársela. Reían cuando él intentaba hacer trampa con los brazos primero interceptando y después empujando su cuerpo, reían cuando uno o el otro perdía, cuando terminaban enredados sobre la tierra seca. Reían mirándose a la cara y después al cielo para tratar de calmarse. Reían con el corazón palpitando fuerte del esfuerzo y el cansancio. Eran felices y no lo sabían. Y ahora, al pestañear, podía ver sus ojos marrones más cerca que nunca, tanto que podía distinguir hasta el más mínimo detalle de su pupila. Todo eso veía en él, todos esos momentos compartidos; las tardes de ocio, la confianza en las competiciones, las meriendas solidarias. Habían crecido, pero seguían siendo los mismos. Y Fabián era tan hermoso como antes, tan único, tan puro.

Ahora el corazón le bombeaba en el pecho de forma distinta, intentando decirle lo que estaba pasando en realidad, y esa vez no lo ignoró, esa vez no puso la mano entre los dos; el sillón-cama rechinó y Fabián se inclinó, Gastón respiró fuerte por la nariz, porque tenía una sensación rara de saber que estaba besándolo apropósito. Era distinto y a la vez tan igual... El pecho loco, las piernas de gelatina, las mariposas aleteando contra su estómago, eso era igual, lo demás, ese vacío, ese miedo y esa incertidumbre, los labios y el perfume era algo incomparable.

Fabián le agarró de la cara para que no se escapara y Gastón se agarró de su ropa para no escaparse; él estaba que no podía pensar, no podía actuar más que siguiendo los impulsos que en el fondo quería y no quería seguir. El primer beso fue largo, pero después le siguieron unos cortos, que se volvieron a hacer más largos, más intimos, más profundos. Gastón intentó hacer lo que se suponía que tenía que hacer hasta que la lengua de Fabián aprovechó para invitarse sola. Se le fue el aire, no sabía cómo responder. Su amigo se inclinó, se le pegó más mientras una de sus manos se metía por debajo de la ropa, y de la nada el peso de su cuerpo contra el colchón se sintió como una prisión; algo adentro suyo chilló, entonces puso sus manos contra el pecho de su acompañante, tratando de liberarse porque aquello era demasiado, pero abrió sus ojos y se vio en oscuridad.

Fabián ya no estaba. No sabía con quién estaba. Esa casa no era la misma porque estaban sin ventanas y no había ningún Fabián adelante, no había luz más que por unos minúsculos puntos que se metían entre las chapas como si fueran láseres. Ya no estaba donde debía estar y el corazón dolía. Respiró hondo y se giró; estaba en un colchón en el piso y se sintió anestesiado, tonto, torpe. Algo se movió entre sus piernas, unos dedos lo acomodaron, un ruido llegó a su oreja, un aliento se le clavó en la piel desnuda, entonces se sacudió con fuerza, pero no logró gritar.

Abrió los ojos y se catapultó del colchón, con el corazón a mil en el pecho, de una forma poco placentera, con sudor en el cuerpo y las manos temblorosas. Tincho estaba al lado suyo, durmiendo torcido, y más allá se escuchaban los ronquidos de Matías, en la otra cama. Gastón saltó de la suya cuando se dio cuenta del problema que tenía entre las piernas, se asqueó de estar cerca de Agustín. Se arrastró hasta los pies de la cama y saltó por encima de las piernas de su hermano, cayendo de bruces al suelo por el movimiento torpe; Florencia dio un pequeño brinco por el ruido y levantó la cabeza para prender la luz del velador.

—¿Gastón? —susurró, confundida y adormilada—. ¿Qué pasó?

Él se apuró en levantarse y tapar lo evidente.

—Nada, quería ir al baño —se apuró en aclarar antes de levantarse rápido y tratando de no hacer ruido al irse.

Cruzó el pasillo a oscuras y se encerró en la puerta del al lado. Prendió la luz y se miró la erección entre las piernas. En pánico, se apoyó contra la pared y se quedó mirando.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora