1.2 (Tercer fragmento)

282 40 33
                                    

PARTE 1: 2 (Tercer fragmento)

—¡Bocha! —llamaron en la calle y golpearon las manos. Reconoció enseguida la voz de Fabián, pero ni por eso se levantó del piso o abrió los ojos; estaba cansado.

—Estoy acá —solo se dignó a contestar.

Escuchó que su amigo abrió el tejido de la entrada y después lo cerró.

—¿Qué mierda hacés acá? —Escuchó que dijo Santiago y entonces los miró: sus amigos se apuraron a ponerse bajo techo.

—Estoy en mi puta casa, ¿qué mierda voy a hacer? —contestó él, frunciéndole las cejas, pero sin levantarse a saludar.

—Dejame adivinar —dijo Fran sacudiéndose la ropa para tratar de secársela un poco—: escapar de tus hermanos como yo de los míos.

Gastón no pudo evitar sonreír un poco y su amigo se reacomodó la desgastada gorra negra abajo de la capucha, para después avanzar y chocar puños con él.

—Me parecía raro verlo tirado en el piso del galpón, mamertos. Ni se me ocurrió eso, yo no tengo hermanos ni los voy a tener —dijo Santi y después Fabi chocó puños con él para saludarlo.

El petiso terminó por hacer lo mismo y Pancho se sentó en el piso, sobre un balde vacío dado vuelta.

—¿Esto es nuevo, no? —preguntó mirando el techo de chapa.

—Lo terminé de acomodar hace un rato, pero al primer vientito que venga me parece que... —Gastón hizo un gesto con la mano y un silbido para indicar que se iba a volar todo a la mierda, después tosió y se cubrió la boca con un puño.

—Eso es peligroso —comentó Fabián con obviedad mientras se sentaba a la otra punta, mirando el techo también desde el piso—, pueden caer encima de alguien y lastimarlo o peor.

—No están sueltas, las clavé.

—¿A qué?

—A lo que pude. —Fabián le torció los labios, inconforme—. Perdón, señor inspector, pero hice lo que pude con lo poco que tenía, no tenía plata para comprar más.

—Perdón, yo no quería decir...

—¿Cómo conseguiste las chapas? —preguntó Fran, interrumpiendo a Fabián—. ¿Cuánto te salieron?

—Me las dio don Vicente —Pancho alzó las cejas, sorprendido—, de yapa por siempre ayudarlo con sus cosas.

—We, re piola —comentó con una sonrisa su amigo, mirando el techo de nuevo.

—Cuando consiga laburo —comentó después de toser—, voy a comprar una bolsa de cemento, otra de cal y arena, me consigo unas maderas y las clavo bien; después me consigo unas ventanas y podemos empezar a usar esta parte de la casa de una puta vez.

—Ah, de eso te quería preguntar —dijo Santi, entonces lo miró, mientras Fabián se levantaba para buscar algo en el bolsillo de su pantalón—. El sábado nos contó Lidia que lo andabas buscando a mi tío, y a la noche nos dijo eso de que estabas buscando trabajo.

—Seh.

—Entonces es verdad que dejás el fortín.

Gastón le frunció las cejas al ver su expresión rara, pero en el medio del panorama apareció la mano de Fabián con un teléfono y lo miró con las cejas más fruncidas.

—Tomá. Es mi teléfono viejo, ya no lo uso. —Gastón ni se movió; no entendía nada—. Te lo presto para que puedas dar un número al que te llamen por si aparece alguna changuita.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora