2.1 (Primer fragmento)

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PARTE 2: 1 (Primer fragmento)


Y estaba ahí, como si nada, buscando un puto encendedor.

Gastón se quedó de piedra mirando a su viejo mientras en su cabeza pasaba de una idea a otra: podía gritarle y recriminarle las cosas que había hecho, podía intentar sacarlo de la casa, podía llamar a la gorra para ver si lo ayudaban, podía golpearlo, mandarlo a cagar, discutir con él, dejarlo ser, intentar ser invisible, irse a la mierda... Había muchas opciones, pero decidió solo analizarlo, porque aunque tenía un olor a mierda no parecía del todo ido, al menos de momento.

—Bueno, ¿tienen o no? —insistió, más exasperado, revolviendo todo como un inútil—. ¿Con qué mierda prenden la cocina?

—Está al lado del salero —le dijo y se lo señaló, que estaba en la punta, caído o tirado.

Gastón dio dos pasos, lo levantó y se lo pasó, su viejo se lo arrancó de las manos con un gruñido y se prendió el cigarrillo, entonces él retrocedió.

—Al fin —dijo, soltando el humo, para después tirar el encendedor en la mesada y correr la cortina, para mirar para afuera—. ¿Qué no piensan entrar? —les gritó a sus hermanos.

Priscila le consultó con la mirada qué hacer, mientras Matu y Tincho se quedaron a su lado para emular lo que ella hiciera.

—¿Qué hacés acá? —se decidió a preguntarle a su viejo, tratando de usar un tono pasivo para que no pensara que le estaba buscando pelea—. ¿Viniste a buscar algo?

David le frunció las cejas y lo miró; Gastón intentó mantener un lenguaje corporal neutral, para que no viera actitudes agresivas donde no las había... todavía.

—Vine a mi casa, ¿o qué, necesito permiso para entrar?

Gastón no le sacó la mirada de encima; no le gustaba bajar la cabeza, menos con él.

—Solo fue una pregunta.

Pero a veces para su viejo ese simple hecho de mirarlo a los ojos era una declaración de guerra y encima siempre podía tener una razón para enojarse, real o imaginaria; pero esa vez solo le tiró el humo en la cara después de una larga pitada.

—¿Y bien? —gritó de la nada, yendo rápido con él para mirar a sus hermanos desde la entrada—. ¡Entren ya que hace frío! ¡Vos también metete ya! —Y lo agarró del cuello de la ropa para zamarrearlo y obligarlo a entrar a la casa.

Él todavía no tenía en claro si lo mejor era irse y volver en unas horas, pero no tuvo más tiempo para ponerse a pensar porque Priscila se apuró en hacer caso, entonces los otros dos la imitaron.

David se acercó a la estufa y se puso a tratar de prenderla con el pucho en la boca; Gastón dudó un momento si interrumpirlo o no, pero la idea de que su viejo se prendiera fuego por ser un pelotudo le pareció tentadora.

—Gastón, prendé esta mierda —le ordenó después de un rato de intentar dos boludeces, y se dejó caer en el sillón para fumar con total tranquilidad, mirando a su hermana—. ¿Vos no vas a cocinar? Me cago de hambre.

Bocha se mordió la lengua y prendió la estufa sin acotar nada.

—No hay suficiente para todos... —contestó Pri, con un notorio miedo en la voz.

David soltó el humo rápido y la miró de mala manera.

—¿Qué?

—Que no hay... —Priscila dejó la frase a la mitad cuando su viejo se puso el pucho en la boca, se levantó y abrió las puertas de la alacena con cara de ojete.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora