1.1 (Primer fragmento)

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PARTE 1: 1 (Primer fragmento)

Podía escuchar el alboroto que hacía su mamá en la sala mientras cocinaba pero no le prestaba realmente atención, era algo común: siempre se ponía así cuando escuchaba a la densa de Dalila; siempre deseaba con todas sus fuerzas que ese disco se le rayara. Se pasó el brazo por la frente para sacarse la molesta transpiración y volvió a darle un hachazo al árbol muerto del patio de atrás; el condenado seguía rehusándose a caerse a pesar de llevar varios años reseco.

—¡Gastón! —chilló su mamá, pero él siguió dando un hachazo tras otro, intentando ignorarla porque seguro lo iba a mandar a hacer algo más y después lo iba a cagar a pedos por no hacer ninguna orden completa—. ¡GASTÓN!

—¿Que querés? —le preguntó de mal humor, reacomodándose el incómodo mango de madera entre ambas manos, para poder dar el siguiente golpe.

—¡Vení!

Odiaba que siempre le diera órdenes sin especificar, como esa; prefirió darle más hachazos al árbol, a ver si después lo podía patear para empujarlo a un lado y hacerlo caer de una reverenda vez.

—¡Vení, boludo! —le ordenó Priscila, su molesta y única hermana mujer, corriendo la cortina de harapos de la puerta de atrás, mientras su mamá seguía chillando adentro—. ¡Mirá quienes vinieron!

Gastón suspiró con cansancio y la miró a su hermana con mala cara.

—¡Bocha! —chilló su mamá—. ¡Bocha vení!

Recién ahí notó el tono de voz de su vieja: parecía feliz, entonces eso lo descolocó un poco, lo suficiente para dejar el hacha vieja e ir hacia ella, para ver por qué tanto lío. Se quedó al lado de su hermana sin poder creer lo que veía: su mamá abrazaba eufórica a una mujer más alta que ella, de piel tostada y pelo negro tan rizado que se encrespaba, y, al lado, había un pibe más alto y grandote que ella, con ese mismo pelo loco que parecía virulana y ese particular color tostado en la piel.

Él se dio vuelta y lo miró a los ojos, entonces reconoció esa cara cambiada y crecida: era Fabián, a quien había considerado su mejor amigo pero que se había borrado de la faz de la tierra años atrás, sin dar ni una explicación.

—¡Y vos, qué grande que estás! —chilló su mamá acercándose a Fabián, que pareció salir de un trance y dejó de mirarle, para sonreírle a su vieja igual de tímido que siempre, mientras ella le apoyó una mano en cada hombro—. ¡Mirate! ¡Tan alto y grandote, estás hermoso!

Su vieja, eufórica, le dio sonoros besos en la mejilla y lo abrazó, entonces Fabián se puso rojo; su hermana se rió al lado suyo y Gastón se dio cuenta que tenía taquicardia; le temblaban hasta las rodillas. Alejandra se acercó con una sonrisa y una mirada llena de cariño, pero él, sin saber por qué, retrocedió y se tropezó con una piedra del patio, entonces ella se detuvo.

—¡Cómo creciste! —siguió insistiendo su mamá y escuchó una risita nerviosa de Fabián; ni siquiera parecía su voz.

Priscila le dio un manotazo en el brazo que lo hizo saltar y dejar de mirar a Fabi.

—Acercate y saludá, gil —le ordenó de mala manera, haciéndose la graciosa. Gastón frunció las cejas porque odiaba profundamente que se hiciera la correcta y la simpática siempre que había visitas. Tenía ganas de insultarla.

—¡Gastón! —lo retó su vieja de inmediato, dándose la vuelta—. No seás maleducado y saludá a Ale.

Bocha la miró un segundo; ella parecía amigable y comprensiva como siempre, pero a él le entró vergüenza tocarla con lo roñoso que estaba.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora