1.2 (Primer fragmento)

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PARTE 1: 2 (Primer fragmento)

Llevaba despierto un buen rato desde que un bocinazo le había hecho saltar de la colchoneta. La televisión estaba apagada y los bondis quilomberos ya pasaban con relativa regularidad, había un rayo de luz que entraba por la ventana de la cocina que le daba en la cara, así que se dio la vuelta y lo vio a Fabián con un brazo extendido para su lado y con la boca abierta, suspirando de forma acompasada.

Miró su casa de nuevo, su casa de ensueño, sin tierra en el piso amorfo ni ladrillos rotos al descubierto en las paredes ni manchas de humedad, un techo de loza y muebles cuidados o nuevos, con una heladera a la que le cerraba bien la puerta y tenía alguna boludez para comer. No sabía si era envidia lo que sentía al ver todo eso, capaz que a él le alcanzaba con tener dos comidas al día y lo demás era relativo. Algunos tenían más suerte que otros y la vida simplemente era así; nacías donde nacías, aunque no querías. Se la tenía que bancar.

Fabián suspiró y se dio la vuelta en la cama, dándole la espalda ancha. Gastón tenía ganas de mear que llevaba un buen rato aguantando, así que se levantó con dificultad y se sentó en la colchoneta; le agarró algo de frío al salir de la frazada, así que se apuró y se fue al baño. Cuando le volvió el alma al cuerpo, se apuró de meterse en la colchoneta de nuevo y se tapó hasta el cuello, para quedarse mirando el techo blanco otra vez.

Con inercia, se tocó las heridas de la cadera y la ingle, esas por las que Fabián le había preguntado a la noche y no se dignó a contestarle; tenía muchas cicatrices en el cuerpo, en la cabeza y en la espalda era donde más, y siempre le rompía mucho las bolas el tener que decir cómo y porqué tenía lo que tenía. Las tenía y punto.

Empezó a dolerle el estómago. Y Fabián seguía durmiendo. Estaba embolado. El dolor de estómago se fue trasladando a otra parte, como el pecho o algo similar; no estaba seguro de qué era, pero estaba algo acostumbrado, lo reconocía aunque no sabía cómo se llamaba. Sabía de dónde venía, siempre le pasaba cuando pensaba en sus cicatrices y sus marcas, y a veces esa cosa se le trasladaba a la garganta y le cortaba el habla.

Suspiró e intentó no pensar en sus viejos y sus hermanos, sobre todo en Luca, que ya tenía cuatro años, casi para cinco, y seguía sin hablar como los demás. Su vieja no tenía tiempo para llevarlo al hospital a que le hicieran un seguimiento, sabían que tenía un retraso madurativo y ya. Dentro de nada ya lo iban a tener que llevar al jardín e iba a saltar todo, los iban a cagar a pedos, como siempre, e iban a tener que buscar una escuela pública que admitiera a pibes como él, iban a tener que rogar para que hubiera un cupo o irse a la loma del san culo para que lo aceptaran en algún lugar.

No quería pensar en esas cosas, pero seguramente él iba a tener que encargarse porque era el hermano mayor y su vieja iba a seguir trabajando de muy temprano hasta muy tarde, y Priscila se iba a tener que quedar en casa a cuidar a los otros dos y fijarse que siguieran intentando hacer la tarea, porque tenían que aprovechar los días que sí había clases y los docentes no hacían paro para luchar por sus derechos a un salario digno. Tenían que estudiar, decía su vieja, porque era lo único que después podía abrirles alguna que otra puerta para un salario mejor, que no tenían que hacer como ella que había abandonado el secundario. Siempre resaltaba la palabra no tienen que. Gastón odiaba esas palabras juntas.

Fabián tosió y Gastón se pasó la mano por los ojos, para después dejarla caer en su estómago, que le recordó que ya estaba vacío y que le venía bien que le mandara algo. Era sábado, supuestamente tenía que ir al fortín, pero ya había decidido dejar de perder el tiempo, así que podía aprovechar el día a salir a golpear puertas de conocidos para ofrecerles ayuda en algo a cambio de un paquete de arroz o alguna que otra boludez para revender. Capaz le salía bien. Esperaba que sí.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora