1.3 (Tercer fragmento)

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PARTE 1: 3 (Tercer fragmento)

Esa noche tampoco pudo dormir demasiado, pero esa vez no fue por culpa de los ruidos de afuera ni el fantasma de David, sino por la situación de Francisco.

—Son demasiadas coincidencias —le había dicho su amigo, exaltado, inquieto, emocionado—. Me enteré que llegó primero alquilando una pieza en lo de los Rossi y que se quedó cuando nació Santi y falleció su mamá, después empezó a salir con Álvaro y abrieron el local.

—¿Y cómo estás seguro que ella es...? —Gastón no quería ni formular la pregunta. No sabía cómo hacerla.

—Antes era prostituta, eso todo el barrio lo sabe, por eso siempre se habló mal de Álvaro, que por su culpa empezaron a aparecer más travestis por acá, porque siempre se juntan ahí.

—Sigo sin entender la relación —le había dicho él—. Tu abuela es de las que dicen: "o estás conmigo o en mi contra", así que, como casi todos, la odian por ser trava, ¿y qué?

—¡Dios! —se había exaltado Francisco, nervioso, y le había empujado del hombro—. ¡Mi tío se fue a los quince porque nadie le aceptaba! ¡Tiene todo el sentido del mundo!

Gastón seguía inquieto, incómodo.

Se levantó de la cama antes de lo normal y en la oscuridad descargó los cuadernos de su mochila, metió su teléfono apagado al fondo y arriba la ropa del fortín. Sabía que su vieja iba a empezar a hacerle preguntas si lo veía levantado desde antes que ella, así que se metió de nuevo en la cama e intentó dormir un poco.

Estaba ansioso y nervioso, porque iba a ser la primera vez que se iba a ganar unos mangos a base de trabajo limpio, y además la situación con Fran iba a estar complicada, sabiendo lo que sabía, así que más que nunca tenía que hacer buena letra. Solo esperaba que todo saliera bien.

Su vieja se levantó después de que su despertador sonara y él esperó a que liberara el baño para levantarse, le dio los buenos días y se internó en el baño, para mear, lavarse bien la cara con agua fría, afeitarse y peinarse un poco (siempre había una primera vez para todo).

Flor le hizo un riguroso cuestionamiento de por qué se iba al fortín si todavía no se había recuperado de la gripe, pero él aseguró que estaba mejor e hizo lo de siempre: desayunar a medias y salir a las apuradas para no darle lugar a nada.

En la calle, Bocha prendió el celular y se lo guardó en los bolsillos, ansioso. El aparato sonó tras unos cuantos pasos y Gastón se sorprendió, así que lo miró.

—Buenos días —decía el Fabi por un mensaje de texto; tenía de perfil una foto sacando la lengua junto a otro pibe de ojos claros y facciones raras que no conocía—, ¿por dónde andás?

Gastón decidió contestarle con un mensaje de audio, para así evitaba que vea sus faltas ortográficas:

—Buenas. Estoy yendo para lo de Pancho. Ayer quedamos de juntarnos en su casa y de ahí salimos juntos para lo del petiso.

Guardó el teléfono de nuevo y siguió su camino hasta la casa de los Godoy. Su teléfono volvió a sonar y lo revisó:

—Ok. Yo ya estoy afuera de la casa de Santi. Los espero.

Bocha decidió no decirle nada más y se apuró en llegar. Afuera del conocido pasillo, se agarró el labio inferior para hacer un fuerte silbido con ellos para que Fran lo escuchara. El perro de la esquina empezó a ladrar y Gastón sintió una puerta cerrarse, entonces lo vio a su amigo avanzar por el pasillo con rapidez.

—Te tardaste —le dijo y después chocó manos con él—. No sabía si quedarme adentro o afuera, me había agarrado frío.

—Perdón. Tuve que escapar de mi vieja —se justificó—. Vamos que el Fabi ya está allá.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora