2.3 (Quinto fragmento)

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PARTE 2: 3 (Quinto fragmento)

Cuando llegó el sábado, Bocha estaba algo ansioso así que después de desayunar se pasó la mañana barriendo la planta baja y después intentando ordenar un poco el quilombo que tenían en la pieza compartida. Las once llegaron enseguida, así que se puso un jogging, un buzo colorinche violeta y amarillo que había cartoneado y un gorrito de lana negro que le había donado Leo, porque ahora con la cabeza rapada sentía que andaba bastante desnudo en la calle.

Leo y Florencia no estaban en la casa y Sergio estaba cocinando, así que tuvo permiso de ir solo a la estación a buscar a sus amigos; se lo llevó a Lukita para que caminara un poquito y se despejara, que andaba demasiado revolucionado de energía.

Esperaron parados en un rincón, intentando no interferir en el paso de la gente, que era bastante difícil debido a todas las filas de los bondis y con un enano inquieto que se quería tirar en el piso a jugar. Pasó un rato hasta que llegó un tren a la estación y una multitud salió de la entrada para dispersarse en todas direcciones, entonces él se quedó mirando para todos lados a ver si distinguía alguna cara. A lo último, entre todo el quilombo de movimiento entre que la gente subía a bondis, cruzaban por cualquier lado y el bochinche de los coches, Bocha vio el pelo encrespado de Fabián; sus amigos iban caminando despacio, Fran iba como un zombie con el celular, Santi estirando el cuello mirando para cualquier lado y con una bici al lado, y del otro lado estaba Fabián, que le dio un codazo a Pancho al verle a él ahí esperándoles.

—Lukilú, mirá quienes están ahí —le dijo a su hermano y le señaló a sus amigos. El enano buscó y buscó, pero no los vio sino hasta que casi los tuvo al lado, ahí se le tiró en las piernas a Fabián y a Francisco.

—¡Terremotoooo! —lo saludó Fran con una sonrisa y lo levantó para darle besos en el cachete.

Bocha se dejó de apoyar en la pared y le dio un abrazo a Santi, uno bien fuerte, después otro a Fran, que le había pasado el enano a Fabi, y a él le dio un beso en la mejilla.

—We —exclamó Santi y le arrancó el gorro de la cabeza—. ¡Otra vez andás pelado!

—Seh —dijo él y se pasó la mano por la cabeza—. Creo que tengo como cinco kilos menos.

Santi rió y él le sacó el gorro para volver a ponérselo.

—Te re cambia la cara —comentó Fabián, mientras su hermano tarareaba todo feliz, abrazado a su amigo.

—¿Para bien? —preguntó él.

Fabián medio se sonrió, pero no contestó. A Bocha se le volvieron anudar la tripas y entonces sonrió porque sí.

—Ah, cierto, vos no lo habías visto con el pelo así todavía, ¿no? —preguntó Fran, devolviéndole el celu a Santi, que se lo guardó en el bolsillo—. Bocha siempre se lo rapa una vez por año y nosotros ya nos re acostumbramos a eso, pero sí es un re cambio, si lo ves de afuera.

—Eh, ¿no vas a decir nada de esto? —irrumpió Santi, dándole un empujón—. Mirá lo que te traje.

—Mi bici... —dijo entonces, acercándose a tocarla al darse cuenta que esa era la suya—. Me re había olvidado que había quedado en tu casa... No la extrañé tanto porque casi ni salgo todavía.

—Fran ya se la estaba empezando a adueñar.

—Fayuto —lo empujó el otro y Bocha sonrió.

—We, no pasa nada, hacía bien —dijo él, restándole importancia—. ¿Vamos caminando? Acá es un re quilombo de gente.

—Mal —comentó Santi—. San Martín siempre es un mundo de gente.

Cruzaron la calle y Bocha le recomendó al Fabi que lo hiciera caminar al Luki porque se abusaba con eso de estar a upa; ya en una cuadra no había tanto movimiento de gente, sino más bien de coches, y agarraron camino arriba para lo de su abuelo. En seguida llegaron y Bocha los dejó pasar tras abrir el portón oxidado con la llave de Sergio. Santi dejó la bicicleta junto a la escalerita de la entrada y la puerta del garaje, entonces Gastón los invitó a entrar.

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora