1.4 (Sexto fragmento)

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PARTE 1: 4 (Sexto fragmento)

Su cabeza era caos. A veces llegaba a pensar que tenía un problema mental. Nunca se podía estar quieto, nunca se podía sentar y disfrutar el estar vivo, siempre tenía algo en lo que pensar que le molestaba en esto o en aquello. Y desde la confesión de Fabi, Gastón ya no sabía en lo que pensaba.

Esa tarde se habían quedado un poquito más juntos, mirando en silencio cómo los autos hacían maniobras para esquivar el horrible pozo que tenía más años que la escarapela. Y Fabi le había dicho de volverse cuando ya había empezado a oscurecer, pero él seguía en blanco. Le había dejado que le llevase a su casa y se había quedado mirándolo cuando el otro no se daba cuenta porque estaba concentrado en manejar la bici; le había mirado su cuello, su piel oscura, sus rulos chiquitos y bien negros, con sus raíces afrodescendientes a flor de piel. Y se había colgado mirándolo, agarrado de sus hombros para no caerse mientras el mundo iba a cámara lenta, porque nunca lo había pensado: hablar con él no era lo más fácil del mundo, pero su amigo hacía parte cer que sí y lo seguía tratando igual, sin juzgar su torpeza, sin hacerlo sentir raro. Y cuando estuvo solo por unos cinco minutos en la entrada de su casa (sin atreverse a volver a la realidad de todos los días), descubrió que era la vergüenza lo que lo paralizaba a abrir la boca. Le daba vergüenza mostrar quién era y solo trataba de seguir y emular a la multitud, para ser más común.

Pero eso eran tonterías, se dijo, así que guardó su bici y se metió a la casa, volviendo a poner los pies en la tierra. Su mamá no estaba y no había ningún enano que se le colgara de las piernas ni bien abría la puerta, entonces con la Pri se miraron y supieron lo que iba a pasar: un par de semanas con menos comida porque los días de su vieja en el hospital eran descontados de su trabajo, un par de semanas sin ir a la escuela porque no había forma de recargar la SUBE, un par de semanas pasando hambre porque lo que había necesitaba repartirse entre cinco, y después en seis cuando Luca por fin volviera. Eran solo cosas que pasaban cuando uno se enfermaba y tocaba aguantar, pero no dejaba de ser molesto e incómodo.

Tuvo una pequeña discusión con Pri por no haberle dejado su teléfono, pero resultó ser que Matías guardó su cuaderno sin mirar que lo había dejado ahí, entonces Gastón intentó ser mediador para evitar reproches boludos. Él y Agustín fueron en bici al hospital, uno llevando un bolso con ropa y mantas y el otro una reposera vieja que guardaban en el depósito, para llevarle a su vieja que los estaba esperando de hacía rato. También le llevaron algo de comida que Pri había preparado. Gastón no entró a ver a Luca, no porque no quería, sino porque sabía que si el enano lo veía, no se iba a quedar en la cama, así que su vieja salió apurada a agarrar las cosas.

—Cuidá a tus hermanos —le pidió Flor—, fijate que hagan la tarea y que no se acuesten o se bañen tarde. Y por el amor de Dios, si David se aparece, ya sabés que no tenés que hacer.

Bocha frunció las cejas a más no poder, porque la sangre le hervía para contestarle unas cuantas verdades, pero optó por no decir nada, porque no quería volver a complicar las cosas entre él y su vieja, no ahora que todo iba a empeorar por un par de días.

Su mamá lo agarró del mentón y lo obligó a mirarle, para decirle en tono acusatorio:

—Escuchame, Gastón: lo más importante son ustedes, no la casa, no las cosas que se pueda llegar a agarrar, ustedes. Lo material se puede recuperar, la vida no. ¿Entendiste?

Y Bocha se la quedó mirando a los ojos, porque sabía que tenía razón, pero le seguía pareciendo muy injusto que tuviesen que llegar a algo así porque ella todavía fuese incapaz de meterle una denuncia por andar golpeándolos a todos. La vida no se recuperaba, ¿entonces simplemente dejaban que los pasara por encima para no hacerlo enojar más? ¿Y eso garantizaba que un día no los iba a matar a todos?

Si no tuviera corazón (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora