Capítulo diez

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Ella sonrió mirándole con sus dientes perlados y sus intensos ojos azules mientras se colocaba sobre él con sus mejillas teñidas de rosa, pasando sus pequeñas y suaves manos por su pecho tatuado. Sus uñas de manicura francesa arañaron con desesperación su piel mientras sus pequeños pechos dibujaban una V perfecta. Él colocó sus grandes manos en su cintura mientras se incorporaba besándola ferozmente entre las risas de ella. Inocencia mezclada con fuerza, una combinación atrayente repleta de química.

Ella rodeó su cuello, pegándose a él mientras susurraba en su oído.

—Max...

Él apretó su agarre posesivo sobre su cintura, mirando fijamente hacia el espejo frente a ellos, mientras besaba su clavícula. Ella comenzó a cabalgar sobre su miembro de manera lenta casi torturandolo mirándolo fijamente.

Piel canela contra el cacao derretido. Su piel era tan dulce cómo una barra de chocolate.

—Liz...

—Cojeme duro, por favor...

Max se incorporó de golpe en la cama, abriendo sus ojos de golpe.

El sol entraba de pleno en su ventana y hacía algo de calor en su cuarto. Se había dormido casi vestido y sintió de repente dolor en su entrepierna al notar que estaba duro como una roca. Gimió levantándose despacio, hacía varios años que no despertaba completamente duro por un sueño erótico. Un sueño erótico con su ama de llaves la cual tenía una hija.

Ugh.

Luego de una ducha helada decidió bajar y hablar con Liz, había dormido demasiadas horas, era casi la hora de comer ya. Aunque era sábado aún tenía varias cuentas por revisar y nuevos pedidos habían llegado a su teléfono. Mientras bajaba se extrañó al oír la casa en absoluto silencio y sin embargo olía a comida recién hecha. Cuando bajó miró hacia un lado para ver la habitación de Lizbeth abierta y sin nadie en su interior, caminó hacia la cocina y el comedor para ver todo limpio, ni rastro de la cena de acción de gracias y sin embargo había un plato tapado en la mesada en la cocina. Se acercó para ver una nota pegada, en un inglés muy básico y con algunos errores.

<<Comida, espero gustar. Buen provecho>>.

Max levantó la tapa para encontrarse con una extraña salsa roja de arroz y carne, olía muy bien pero nunca antes lo había comido. El timbre en la puerta lo hizo sobresaltarse y suspirando caminó hasta la puerta, al abrirla uno de los guardias albinos lo miró directamente.

—La señorita Amorim se ha marchado hace media hora con el coche de la casa.

Max frunció el ceño molesto, ¿lo estaba evitando?

—¿A dónde? ¿Y por qué carajos no me avisó?

—Al pueblo, la dirección era la granja de la Thompson.

¿Había ido a la casa de Emily, la chica de la limpieza? ¿Para qué demonios?

—¿Ha dicho cuándo volverá?

—No, me temo que Chloé no dijo nada.

—¿Chloé?

—Vino a buscarla y ambas se marcharon juntas.

Por supuesto tenía que ver su amiga.

—Está bien.

El hombre asintió dándose la vuelta y volviendo sobre sus pasos. Max cerró la puerta y miró su reloj. Quizás debería ir a Nueva York y dejar de ser un maldito perro faldero.

🐻🐻🐻

Liz estaba molesta mientras limpiaba la cocina rápidamente preparándolo todo. Era domingo y ayer se había marchado con Chloé a ver a Emily, a pesar de que no estaba muy segura de dejar la casa y disponer del coche, Chloé le había asegurado que para eso estaba además la granja quedaba muy lejos para ir a pie.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora