Capítulo diecisiete

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Recordó a su tío midiendo la panza de su madre mientras ella sonreía emocionada, había reproducido esa cinta millones de veces en su mente...

—Samuel... ¡Samuel!

El hombre salió de su ensoñación mirando hacia la ventana viendo el atardecer neoyorkino caer, escuchando los últimos acordes de la canción sonar en la vieja radio.

—Ey... Llegaste... —Murmuró con voz rasposa.

—¿Y Halley? —Nicolás miró a su hermano mayor dejando su mochila sobre la mesa, arremangándose su sudadera yendo hacia la cocina.

—Con Tanya... En dos horas debo buscarlo.

Su hermano torció el gesto con desagrado.

Halley era su sobrina de cinco años, fruto de una relación tóxica que su hermano había tenido luego de la secundaria. Tanya era una drogadicta reabilitada, pero Nico nunca había creído que se hubiera limpiado... Y sus compañías nunca habían sido buenas.

—¿Cómo van las clases? —Preguntó Samuel de manera de torpe.

Y aquí estaba otra vez su hermano intentando actuar de padre...

—Saqué 9 en Historia... —Nico abrió la heladera sacando los ingredientes para preparar la cena—. Mamá preguntó por ti...

Samuel se tensó haciendo una mueca.

—Tuve trabajo... Iré a verla...

Nico miró a su hermano frunciendo el ceño.

Eran tan diferentes, su hermano era alto y musculoso y él bajito y flaco. Ambos compartían sus ojos negros carbón. Pero hasta ahí llegaba su parecido. Su hermano tenía varios tatuajes y una cruz pequeña en la cara, su cabello corto y siempre afeitado, luciendo ropa negra y esa aura de mafioso que cargaba a todos lados...

En cambio él tenía un poco más clara su piel y muchas pecas en su cara, al contrario que su hermano sus rasgos eran suaves y su nariz puntiaguda a juegon conn sus mejillas chupadas siempre dándole una apariencia de chico desnutrido a juego con enormes gafas redondas a lo Harry Potter. Y era gay, casi era una mala broma de la escritora.

Flaco, feo y pobre.

—Eso que haces no es trabajo...

—No jodas Nico. Esta mierda paga la casa, el auto y tu maldito colegio.

Nicolás iba a un colegio privado luego de que consiguiera una beca parcial debido a sus notas en la primaria. Pero lejos de ser el sueño de cualquier adolescente yanki, odiaba su colegio.

—Sabes que si trabajara... Isabella puede conseguirme...

—No vas a trabajar. Fin de esta discusión.

Samuel se giró caminando por el diminuto pasillo rumbo a su habitación.

Nico contuvo sus lágrimas de frustración tragando duro, girándose tomando una profunda respiración.

Isabella era la niñera de Halley, trabajaba de niñera para pagar los gastos de su carrera. Al contrario que ellos, era rubia de ojos azules y muy bonita... Llevaba cuidando de Halley desde que había aprendido a andar... Y era además su mejor amiga, y sabía estaba loca por su hermano. Pero Samuel siempre la había esquivado...

Eran una familia rota, pero era lo único que tenía...

Miró la foto familiar de su mamá, muchísimo años más joven, sonriendo mientras acariciaba su enorme panza.

Máximo.

Su mamá había tenido un hijo antes de que ambos nacieran, su primer hijo. El cuál había muerto en el parto, o eso les había dicho siempre.

Nicolás recordó las palabras de su madre aquellan tarde, quién sufría de alzheimer avanzado.

—¿Tú sabes dónde está Máximo?

—Mami que habla...si Máximo...

—Ella me lo quitó, ella me quitó a mi Máximo... —Dijo la mujer tomando de la mano fuerte a su hijo clavando sus ojos negros sin brillo en él.

¿Y si Máximo no había muerto...?

Un sonido en su teléfono lo hizo sobresaltar. Abrió el mensaje de Whatsapp rodando sus ojos.

Aiden le acababa de mandar su tarea de matemáticas avanzadas, justo hoy que estaba tan cansado...

Maldito chico rico y su maldito dinero...

<< Quieres cenar esta noche conmigo? >>

Nico se sonrojó mirando el último mensaje.

<<Tendré tu tarea lista para las 11, y NO >>

¿Por qué tenía que gustarle el chico más hetero  de toda su escuela? Era una especie de broma de muy mal gusto...

Rodó sus ojos empezando a cortar la cebolla.

Muy lejos de allí, en un centro psiquiátrico, la señora Torres miraba el atardecer, crucifijo en mano completamente ida.

—Es hora de entrar Lucía... —Sonrió la enfermera tomando la silla de ruedas de la mujer con canas en su largo pelo antes negro.

Su hijo Nicolás había estado hacía unas horas tomando el té con ella en la terraza. Un muchachito muy humilde y siempre sonriente...

—¿Señora Woods? —Murmuró la pequeña mujer mirándola.

Aquella mujer era rubia cómo su patrona.

—Dolores, soy Dolores...

—¿Y Máximo?

—Nicolás, no Máximo. Ya va a volver, vamos, ¿qué le parece si visitamos a Vanesa? Ya se recuperó de su gripe...

—Mi bebé... Mi Máximo

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Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora