Capítulo treinta y dos

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El champán y las burbujas flotaban en su copa mientras en su mano un hermoso anillo de diamantes delicado contrastaba contra su piel oscura.

Chloé había organizado una cena en un bonito restaurante familiar en los Hamptons donde vivían  Madison y Carter, quiénes  la abrazaron con fuerza mientras le daban una calurosa bienvenida a la familia.

Jackson y Ty charlaban animadamente con su novio mientras Emma comía en una trona muy sofisticada con ayuda de Chloé.

¿Era un sueño?

Se sentía muy real. Todos parecían felices, aunque Valeria estaba algo sorprendida y le parecía precipitado... Eso le había dejado un sabor amargo en su boca. Pero ella rápidamente con el pasar de los días se había vuelto a comportar cómo su mejor amiga y estaba ilusionada por asistir a la boda.

No habían hablado de fecha aún.

Liz tragó su comida comiendo en silencio.

Ni de la separación de bienes, ¿debería pedirle firmar un contrato prenupcial?

Habían tenido un maravilloso sexo después de eso. A los tres días le había entregado su anillo en la terraza del penthouse una vez Emma se había dormido.

Mariposas habían revoloteado por estómago mientras colocaba el anillo de oro blanco en su dedo. Era el anillo perfecto, nada estrafalario, era delicado y brillaba tanto...

 —¿Nos vamos futura señora Woods?

Ella asintió terminando su postre mirando a Chloé sonriendo avergonzada.

Señora Woods.

Una señora...

No había ese sido su sueño... ¿Siendo niña?

Casarse con un buen hombre y formar una familia mejor... De la que había tenido.

Alejó pensamientos oscuros de su mente tomando su abrigo mientras se despedían dentro del restaurante de la familia de Jackson y de Chloe y su novio. Fuera una lluvia de paparazzis los fotografiaron,  mientras ella cubría la cara de Emma con su capucha para evitar que fotografiaran su cara.

—¿Es cierto que van a casarse?

Entonces Max se giró y sonrió de medio lado mirando al paparazzi mientras abría la puerta para ella.

—Por supuesto.

Otra lluvia de flashes.

El coche se puso en marcha mientras aseguraba a su hija a la sillita del coche luego de sacarle su abrigo.

—¿Por qué hiciste eso...? —Preguntó desde la parte trasera  colocando su propio cinturón.

—Porque es cierto.

—¿Cómo lo sabían...?

—Son paparazzis... Tienen sus propias fuentes, o será tu anillo en tu dedo.

Ella miró su anillo. Dios... Claro.

—De cualquier forma, ¿por qué vamos a esconderlo? Te dije que me encargaría de ese sujeto.

Sujeto.

El padre de su hija que le había pedido 50 mil dólares.

—Jasiel es un niño rico que anda metido en cosas turbias por favor ten cuidado...

—Claro que sí bebé.

Silencio.

—¿Cuándo firmaremos el contrato prenupcial?

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora