Grizzly (Parte I)

Capítulo veinte

-Entonces...¿Te gusta?

Él frunció su ceño mirando a la mujer, ¿había escuchado algo de su maldito discurso?

-Por supuesto que no, ¿crees que soy un idiota?

-No entiendo bien qué haces aquí... -Ella aleteó sus pestañas de forma "ingenua".

-Ya te lo dije... Teníamos nuestra cita.

Casssandra y él solían verse cada dos o tres meses en alguna parte del mundo o si coincidían en Nueva York, Helena había sido su única amiga en el colegio. Actualmente ella era una famosa artista que vendía cuadros muy caros y bizarros producto de su esquizofrenia y noches de insomnio.

-Lo sé... Hmmm sin embargo, no habías mencionado a Lizbeth en nuestra anterior cita, parece alguien interesante.

-No imagines nada, no está pasando -le advirtió mirándola fríamente.

-¿Imaginar? Lo llevas en toda tu maldita cara tesoro...

Ella río mientras tomaba un trago de su copa sonriendo.

Lucía cómo un pequeño elfo en aquel sillón rojo de cuero, en el fondo de su club, con su caro pantalón de vestir y su delicado top, era mucha más ropa de la que cualquier mujer del lugar llevaba.

-De cualquier forma... ¿ella tampoco sabe quién eres?

-Claro que no, no confío en ella.

Ella le dio una mirada que pudo reconocer, Cass siempre le había recordado al gato de Alicia en el país de las maravillas, con su sonrisa enigmática.

-Creo que confías más de lo que crees Max.

-Grizzly lo hace, sabes qué siempre fue un idiota en cuánto las mujeres.

-Me agrada, es una mujer fuerte y creo que la estás sobreestimando...

-Maldita seas, no empieces con la mierda de buscar una novia y bla bla bla.

-Sólo digo que el infierno es menos duro cuándo tienes alguien a tu lado... Incluso el diablo necesita de alguien.

-A veces pienso qué lees demasiado.

Ella sólo se encogió de hombros.

-Quizás permitir al mounstruo ser amado sea la solución.

-¿A qué?

-A esto -dijo ella señalando a su alrededor-. Míranos estamos en un club que usas para prostituir de forma voluntaria a mujeres carenciadas, y estoy segura de que en tu sótano la policía podría encontrar ADN de al menos un centenar de hombres distintos... Hombres cómo los que mataron a tu hermana. Hay gente que te paga por matar, y oh, tienes un pequeño imperio de drogas aquí... Y no es porque necesites dinero, nunca se trato de eso... ¿No?

-Estas pasando demasiado tiempo con tu novia.

El sonido de su mensaje enviado resonó entre ambos.

-Apuesto que ella es toda una cosa bonita...

Máx asintió mirando su trago.

-Es...algo linda.

Cassandra lo miró por un largo momento reprimiendo una sonrisa mientras otro mensaje llegaba.

🐻🐻🐻

Lizbeth se había acostumbrado a la ajetreada vida neoyorkina, el tráfico, la gente malhumorada y las vistas impresionantes. Además ahora casi nunca estaba sola, la casa de su jefe quedaba muy cerca de la oficina dónde trabajaba asi que siempre comían juntos, lo cuál apenas le dejaba tiempo para estar sola... De alguna forma aún extrañaba la inmensa casa y el patio trasero pero se sentía segura en aquel lugar.