Capítulo cinco

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Liz ya llevaba tres semanas y media trabajando en la mansión y poco a poco se iba a acostumbrando a su nuevo trabajo a pesar de que su jefe aún no había entablado una conversación de no más de dos segundos con ella.

Ya había conseguido limpiar con eficacia y tener a Emma vigilada, su hija era una niña muy tranquila y eso debía agradecerlo a sus genes y a lo poco que se parecía a su padre. Su relación con las chicas había mejorado considerablemente a pesar de la gran dificultad que significaba el idioma, Emily era la que mejor se ajustaba a su personalidad tranquila y tímida.

Ella era muy amable, le corregía o la guiaba a la hora de expresarse en inglés y tenía algunas cosas en común con Liz, como libros favoritos o cantantes, no habían podido hablar más que algunas palabras ya que a le costaba entender su inglés tan británico. Pero algunas cosas había entendido, cómo que vivía a las afueras del pueblo, en una granja junto a su familia....

Tampoco sabía que su jefe era famoso, al parecer era un importante empresario según Emily.

Debía de ser un hombre muy inteligente.

Emily además complementaba su trabajo con su profesorado, soñaba con llegar a ser profesora de pre-escolar.

A la mañana siguiente, el señor Woods se había despertado antes de lo normal y Liz se quedó sorprendida al verlo, mientras ingresaba en la cocina con una muy despierta Emma, lo pudo ver allí sentado tomando su café con su tablet en las manos vestido con una camisa y sus pantalones deportivos, debía ser el único hombre en la tierra que hacía esa combinación y le quedaba bien. A su mente vino la conversación con Emily del día anterior.

Él era un hombre muy silencioso.

Y a ella le encantaba hablar.

-B-bu-buenos días señor Woods -Liz se lamentó por lo estúpida que había sonado y terminó de entrar en la estancia.

Max alzó su vista sintiendo cómo la tensión se apoderaba de su cuerpo.

Frente a él se hallaba una visión antes desconocida. Su ama de llaves se encontraba con su rizado pelo recogido en una coleta, llevaba unos leggins y una camiseta suelta con un largo jersey fino de punto blanco haciendo resaltar su oscura piel, además iba en calcetines y pudo ver sus diminutos pies.

Tenía que admitir que su nueva ama de llaves se veía condenadamente bien recién levantada.

Ahora que la veía más a menudo y se podía permitir observarla se daba cuenta de lo joven que era, a pesar de no llevar maquillaje ella no mostraba signos de imperfecciones propios de la edad u ojeras, un tema que preocupaba demasiado a Chloé casi todo el día. Sin embargo, su ama de llaves se veía radiante.

-Buenos días. -La miró un momento para luego volver su atención a la tablet-. Ya he desayunado.

-¿Desea...? ¿Algo más? -Liz depositó a Emma en la alfombra infantil y abrigada que Emily le había regalado para que la niña jugara en el suelo, y la envolvió muy bien con una manta.

-No.

Ni siquiera la volvió a mirar.

Esas eran sus conversaciones y Liz comenzaba a pensar que serían las únicas.

Siempre tan distante y frío, pensó la morena. En silencio comenzó sus tareas por la cocina limpiando bien los utensilios que hoy iba a utilizar para la comida y buscando algunos ingredientes en la alacena, hoy cocinaría algo caliente, el día estaba muy frío y nublado.

Max estaba cada vez más tenso, no podía evitar estarlo cada vez que ella andaba a su alrededor, extrañado frunció el ceño, cansado de estar incómodo en su propia casa. Se levantó y se encaminó a su despacho sin despedirse tan siquiera. Decidió concentrarse en sus empresas y de paso ponerse al día con algunos pedidos muy personales que le habían pedido, hoy era viernes y no tenía demasiadas ganas de salir de la casa, había pasado casi toda la semana en Nueva York e incluso había estado hasta muy tarde comprando un poco de cariño.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora