St. Luis Mónica, centro psiquiátrico, norte de Estados Unidos.
19:15 P.M
Max sonrió mirando las nubes oscuras, cada rayo dibujaba formas macabras en la noche, iluminando todo a su alrededor.
Casi parecía como si Dios estuviese tocando una melodía siniestra allá arriba. Sonrió viendo las nubes encenderse por momentos, como un niño que observa nevar el día de navidad.
Los gruesos barrotes de la ventana se iluminaron de golpe mostrando la sombra encorvada de él mismo en el suelo, el cielo se volvió casi blanco seguido de un trueno tan fuerte que hizo estalar en carcajadas al susodicho.
Más.
¡Más!
Su habitación estaba en la penumbra, el único mueble era una gran cama prevista de ropa de cama y había dos puertas, una de ellas daba a un baño con lo indispensable para su higiene, sin espejo ni ventanas, tan vacío como el dormitorio y en la bañera gruesas cuerdas de cuerdo para amarrarlo.
Un rayo serpenteó entre las nubes, escapando rápidamente. El agua salpicaba con más fuerza el cristal casi cómo si quisiera romperlo.
¡Era tan divertido!
Max se acomodó mejor en el suelo de madera, pegándo su nariz al ventanal. Sus ropas eran simples, un conjunto de pantalón y camiseta manga corta en color blanco sin bolsillos ni accesorios, sus pies estaban descalzos. Su cabello había sido afeitado al igual que su barba acentuando aún más las cicatrices tanto de su rostro cómo de su cabeza, su nariz lucía cómo si se hubiese roto en un tiempo no tan lejano.
Sus brazos habían perdido su musculatura pero su espalda seguía siendo tan ancha cómo siempre a diferencia de sus caderas que estaban estrechas, debido a su bajo peso.
Catorce meses pasaron.
Su pierna mejoró con los meses, aún dolía en los días fríos. Los bajos fondos se mantuvieron turbios, todo volvió a la normalidad, a una fría normalidad.
Ella dejó todo, huyó con una maleta preparada, que nunca había deshecho. El anillo estaba sobre la mesa cuándo volvió. Su olor se desvaneció con el tiempo, su corazón se congeló con el pasar de los meses. Era cómo si nunca hubiera existido, miraba las fotos sin creer aún que ella se había ido.
No la buscó, no quería saber de ella. Muy en el fondo se sentía rechazado.
La esperó, durante meses.
Vendió el penthouse, y la mansión.
Se volvió mordaz, calculador, un monstruo. Trabajando duro, ganando más dinero del que podría gastar en toda su vida.
Folló mucho, follo duro, follo todo lo que pudo y tenía un agujero.
Se embriagó, casi todas las noches. Durante meses.
Dejó de contestar las llamadas del FBI, dejó de matar por dinero, se adueñó de otros estados, salió de su zona de confort...
Dejó la empresa, Chloé se convirtió en la presidenta. Vendió acciones, gastó millones en pendejadas.
Condujo a altas velocidades, comenzó deportes de riesgo.
Se volvió descuidado, se metió en peleas por pura diversión.
Y poco a poco, se fue perdiendo a sí mismo, convirtiéndose en un ente, en alguien a quién no te querías cruzar ni en tus peores pesadillas...
Escuchó la lluvia caer y sonrió de medio lado desviando sus ojos de un destello de luz a otro mientras los rayos parecían jugar entre las nubes casi retándolo a perseguirlos. Llovía caia tan fuerte, que una gruesa coortina le impidió ver el gran patio trasero al estilo francés que poseía el lugar.
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Grizzly (Parte I)
RomansaMaximiliano Woods. Empresario reconocido, hijo de una buena familia neoyorkina,luego de que su familia muriera y él tuviera un horrible accidente, su vida se volvió cenizas al despertar y verse lleno de cicatrices y quemaduras. Vive para su trabajo...