Capítulo diecinueve

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—¿Te estás acostando con la sirvienta?

Ambos se miraron sin saber qué decir.

La mujer abrió su boca de golpe gimiendo.

—¿Es una broma?

—No tenemos que darte explicaciones London, nos vamos, ahora.

La tomó de su mano y la guió hacia la entrada mientras Liz miraba hacia la mujer quién lucía irritada. Miró de nuevo a su jefe, quién pulso uno de los ascensores. Ella cambiaba su peso de un pie a otro y de repente se sacó sus zapatos gimiendo de placer en el proceso, una pareja se fijó en ellos pero Liz no prestó atención a eso, en cambio él miró al chico una sóla vez de manera fría y eso hizo que no la mirase más.

Dos ascensores llegaron y entraron sin esperar por la otra pareja, mientras él pulsaba la planta baja y luego el botón para cerrar puertas.

Liz estaba apoyada sobre la pared más alejada, luciendo aún acalorada, sus ojos aún seguían brillantes pero parecía más despierta. Estaba a punto de decir algo pero se quedó callada demasiado tiempo. Tomó sus zapatos y volvió a colocarselos tomándose del fornido hombro.

Ambos subieron al coche en silencio, yendo hacía las afueras de la ciudad mientras Liz sentía el alcohol bajar poco a poco sintiéndose mucho más despierta con la brisa helada de Manhattan chocando contra su piel.

—Siento lo de antes, si interrumpí algo...—Murmuró mirándole de reojo.

Él la miró y luego sonrió de medio lado tensando sus cicatrices, negando.

—No sé porqué estaba ahí...

El coche parecía muy pequeño y sintió de nuevo la atmósfera cargarse de algo que no supo explicar, su piel se sentía en llamas de nuevo. Junto sus piernas de manera inconsciente, siendo consciente por primera vez de que a su lado tenía un gran y enorme hombre con músculos que no cabían en sus manos...

Tragó duro, sintiendo los nervios bajar hasta su estómago, el perfume fuerte y masculino picaba en su nariz, y de repente fue muy consciente de que había bailado con su jefe.

Un gran FUCK por eso.

De repente él colocó su chaqueta en sus piernas desnudas y ella lo miró sorprendida, sus nudillos estaban blancos tomandos al volante.
Fue casi hipnótico cómo bajó su cabeza en forma pasiva sintiendo la energía de él tocando su hombro.

Se veía tentador...

Emma los esperaba dormidos, y de repente Liz ya estaba arrepentida de su atuendo diminuto mientras colocaba a su hija en la sillita después de despedirse de Madison y Carter quiénes los habían mirado curiosos al ver la tensión entre ambos.

El ascensor parecía eterno mientras veía la camisa negra de su jefe apretarse por todos lados y sus tatuajes ahora lucían calientes al recordarlo bailando con ella. Mordió su labio entrando rápidamente a la casa con Emma en brazos y desapareciendo por el pasillo.

Luego de cambiarse y acostar a Emma pudo escucharlo alzar su voz desde el salón. Curiosa se acercó hasta el pasillo, al parecer London lo había llamado.

Y por primera vez Liz fue irracional en dos años nuevamente... Sus pasos la guiaron de nuevo hacia el salón.

Unos pasos lo hicieron girarse cuando la vió aparecer aún en su pijama, llevaba unos pantalones cortos de algodón grises que apenas tapaban su ingle y una camiseta de manga larga con un oso estampado en ella. Una broma privada de Chloé para Navidad.

Se veía caliente, ella estaba más redondeada, sus piernas ya no se veían tan delgadas y sus ingles se juntaban al caminar dejando un bonito triángulo en el medio.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora