Capítulo trece

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Ya habían pasado una semana desde aquel beso, una larga semana, y Liz no había coincidido casi nunca con su jefe. Sin embargo habían comenzando a aparecer trozos de pastel en la nevera, de pastelerías caras y sofisticadas, sin embargo Liz no había comido ni un sólo trozo.
Además su jefe había intentado hablar con ella cómo siempre perohabía conseguido escabullirse siempre,  ¿qué iba a decirle? ¿Qué había disfrutado del beso?

Era ridículo.

Sólo traería problemas.

Pero Liz había comenzando a obsesionarse, siempre lo observaba a escondidas o mientras él se encargaba de los caballos las tardes de domingo, era tan atractivo, tan varonil y fuerte.

Había sido un gran cambio el asumir que fantaseaba con su jefe aún que sus gestos eran duros y sus cicatrices muy visibles, no dejaba de sentir sus manos picar cuando él andaba cerca...

Las primeras nevadas con muy bajas temperaturas llegaron y Liz decidió ir a comprar lo necesario para ella y la niña al pueblo con lo que parecía un invierno muy duro por venir; él amablemente decidió acompañarla llevando a Chloé consigo quién había sido la de la idea. Con su sueldo Liz compro un cambiador para su hija, juguetes nuevos, mientras Max le regaló una sillita para llevarla en el coche. También Chloé se encargó de comprar lo necesario para sacarla a pasear a los jardines nevados y ropa nueva para ambas cortesia de Madison. Luego por petición de Liz abrieron una caja de ahorros en el banco para los futuros estudios de Emma. El pueblo ya lucía decorado como una película navideña y a Max no se le pasó la mirada de ilusión de ambas cuando veían el árbol que estaban montando en el centro del pueblo.

Esa noche luego de que Chloé se marchará, ambos fueron a ver cómo encendian el gran abeto entre los chillidos de Emma.

Las nevadas se hicieron más fuertes para la segunda semana de diciembre y Max se encontró con dificultad para salir de la casa o incluso viajar a Nueva York o al pueblo. Es ahí donde Grizzly decidió que Liz se quedara a dormir en la habitación de invitados de arriba. Estaba nervioso por su posible negativa pero ella accedió rápidamente sin sospechar nada.

-¿Liz? Te juro que me estoy haciendo viejo esperando aquí abajo... -dijo elevando su voz mientras hacía una mueca que casi era una sonrisa.

-Lo siento, no sabía cuánto frío hacer... -Contestó ella bajando cargando a Emma y su nuevo bolso de bebé con ella.

Se giró y Liz contuvo la respiración, llevaba unos pantalones vaqueros, unas botas camel y una camisa de cuadros rojos y negros con una enorme bufanda . Ambos rieron al ver que llevaban la misma camisa aunque a Liz le quedaba de vestido, que Chloé les había regalado en acción de gracias. Emma llevaba unos leotardos con su inseparable vestido nuevo de manga larga que le habían regalado, en color crema con un bonito moño a la altura del pecho, zapatos blancos y una chaqueta de punto fino.
Él tomó los abrigos de los tres, que estaban sobre la mesa del recibidor, Liz se situó a su lado sonriendo mientras tapaba con una manta a su hija para salir fuera. El sol aún estaba saliendo cuando los tres caminaron hacia el coche, un Audi todoterreno blanco.

-Repíteme, ¿dónde vamos nosotros? -susurró ella mientras le abría la puerta trasera del coche.

-A Manhattan -dijo él, mientras que con naturalidad le sacaba el bolso y daba la vuelta al coche colocándolos del otro lado.

-¿Vamos a comprar comida? -preguntó ella mientras colocaba a su hija en la sillita y le ponía su cinturón de seguridad poniéndose de puntillas.

-Algo así... -dijo él metiendo su cuerpo desde el otro lado y ayudándola a terminar con la tarea-. Entra al coche, te vas a congelar.

Ella asintió dando la vuelta mientras él salía y le cedía el asiento, Liz se colocó al lado de su hija dejando los abrigos a un lado mientras se ponía su cinturón de seguridad.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora