Consuelo

31 5 0
                                    

Me quedé sorprendido por la frase que había dicho y me llenaba de angustia de como había terminado así. Pensar sobre perder una familia o quizá no sentirse parte de una es muy doloroso para ambas partes porqué en los momentos difíciles ¿De dónde podríamos apoyarnos? No solamente somos objetos de los cuáles no tenemos sentimientos o un simple valor pero para otros simplemente sí lo somos, esos que nos ven en las calles e ignoran la simple existencia de que allí va un alma en busca de sentirse importante para alguién pero que la mayoría ignora, siempre tán concentrados en sí mismos y es muy egoísta, porque también necesitamos ser escuchados. Rogerd permaneció en silencio después de eso y de nuevo en su rostro no tenía ningúna facción de felicidad o comodidad, solo estába allí sentado mirando por la ventana, pensativo o distante, no lo sabía y me mataba la curiosidad sobre su vida pasada. Era un hombre, un hombre muy pequeño y con grandes problemas, ahora yo estaba ahí para él, y le daría eso que buscaba quizá.
- Rogerd, quisiera hablar contigo. - Le dije mientras seguía conduciendo. Él siguió mirando por la ventana sin distracción.
- ¿Como fué tú vida antes de llegar aquí? - Agachó la cabeza y la ocultó recogiendose para que no le viera, estaba llorando. Era un niño muy dolido después de todo y aún cuándo pareciera que estaba sólido como una roca tenía un corazón blando y dulce. Entre susurros logré escuchar como decía: - No, no me querían. Me lastimaban casí siempre que podían. Y siguió llorando, le di tiempo para que se calmara y me estacione a la orilla del camino. Solo necesitaba un poco de tiempo para que se calmara. Me acerqué y le tomé de un brazo y le dije: - Ven. Se dejó llevar y se me tiró a abrazar mientras lloraba desconsoladamente. Me acaricie el pelo mientras palabras nobles salían de mí para darle apoyo y le seguía con su abrazo. Así estuvimos un poco más de cinco minutos, entre lágrimas y su llanto,  en intercambio de cariño hasta que se apartó y se volvió a sentar en su asiento más calmado. No estaba mál que tuviera que haberse desahogado de esa manera pero sí estaba mal que le hayan hecho tanto daño y eso era imperdonable. Un niño no debía estar en esas condiciones tán implorables de falta de atención pero sí no hubiera sido así, no estaría aquí conmigo. ¿Era una lección o una oportunidad que me estaba dando la vida para obtener una familia, y saber todo lo que estuve deseando siempre? No lo sabía pero quería averiguarlo. Rogerd se limpió las lágrimas de su rostro y con la voz aún melancólica se dispuso a contarme sobre todo.
- Vivía en pobreza, mis padres, peleaban todo el tiempo. Siempre me echaban la culpa de todo lo malo que sucedía en casa. Cada vez iba empeorando todo, al punto que cada vez que volvía me pegaban para desahogarse más y más, aveces no podía ir a la escuela del dolor, pero sí no iban llamarían preguntando del porque falte y eran más golpes. Siempre ando con suéter para que no me vieran los golpes. En la escuela, los otros niños no se acercaban a mí y no querían jugar conmigo, se burlaban y también me pegaban, no como mis padres pero también me dolía. Porque ni afuera de casa podía sentirme querido por mis compañeros y las maestras nunca hicieron nada.
Le miré atentamente, hasta que terminó de hablar. Por su tono de voz estába lo bastante cansado como para seguir hablando.
- Ahora eres mi familia y no seré como ellos.
Él me miro y con una media sonrisa me demostró que me estaba tomando cariño, por dárselo yo a él. Éramos muy parecidos, porque igualmente estaba tán dolido como él. Arranqué el auto y de nuevo me incorpore a la vía, llegamos a un semáforo. No faltaba mucho para llegar después de todo. Un auto se acercó al lado, parecía que fuera a doblar. Miré hacia el lado del conductor y una mujer de pelo anaranjado miraba fijamente hacía delante, se me hacía bastante parecida a Agnes pero no le podía observar bien. Toqué el claxon para llamar su atención, en su rostro se enmarcó la sonrisa maldita de ella. Maldita sea era ella, tomé rápidamente mi arma y le apunte a la cabeza, ella aceleró el auto y salió corriendo de allí. No puede escapar tán fácilmente, acelere el auto detrás de ella, iba decidido a matarle, esa perra no podía largarse así sin más. Abrí la ventana y traté de apuntarle a las llantas pero fallé, tres balas perdidas y ya no tenía más. Carajo, no podía hacer nada y seguirle llamaría la atención de todos y si me veían con él mi plan de hundiría a pedazos. Tengo que llamar a Marie.

Mariposa AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora