Capítulo; 25

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Richard Pov's

Después de lo que pareció una de las mejores noches de mi vida, o bueno la que marcó por tercera vez mi vida, me siento capaz de volar, aunque carezco de alas, me siento capaz de tocar el cielo, me siento cómo un Dios, aunque solo sea un estúpido humano, un pecador y un iluso por imaginar cosas que son científicamente imposibles, pero cuando tu alma está tocando el cielo te sientes capaz de tocarlo tú también, ¿Te eh comentado lo feliz que estoy?

Lo entiendo, ¿Sabes? Entiendo que no la merezca, que sea demasiado cabrón para hacerle daño con caprichos, con jueguitos de niños, entiendo te juro que entiendo que casi siempre hecho a perder la felicidad que les causo a los demás, entiendo que no siempre pueda ser útil, y confieso que no siempre quiero ser de utilidad para los demás, confieso ante ti que desee a Kyana mucho, le tenía muchas ganas, confieso que me sentí vació al tocar su cuerpo cómo si de una diosa se tratara, porque a la diosa la dejé ir… Confieso ante ti y Dios que me arrepiento, me arrepiento de ser egoísta, prepotente, hipócrita, frío, y estúpido, totalmente estúpido. Me arrepiento del dolor que causé, por ser tan ignorante hasta llegar al punto de fingir que nada me importa, me arrepiento de no darle a Ameet todo el amor que siento, me arrepiento de ser quién soy.

Pero pido perdón.

Pido perdón por cada falla, cada dolor que a mi causa fue provocado, por mi hipocresía, por mi infidelidad, por ser egoísta y codicioso, por ser un cabrón, pido perdón por mí, por mi madre, por papá ,por Ameet, por Seth, por Nash, por aquello que pensé y nunca dije, por aquello que sentí y nunca expresé, por eso que callé hasta que empezó a doler, por el vació que provoqué en muchos corazones estando consciente de que así era, pido perdón, perdón ante Dios, porque soy un pecador más, perdón a mí mismo por ser así, perdón a mi alma por soportar tantas jugadas sucias que eh hecho a mí mismo, perdón a las personas que han muerto por mi mano.

Estoy pidiendo perdón porqué soy un humano que erra, porque soy un pecador y porque estoy arrepentido.

Pido perdón y confieso ante ti que la amo.

La amo con todas mis fuerzas, tanto como para matar por su salud y bienestar, tanto como para dar mi vida sí así fuese necesario, tanto más que amor, es necesidad, ella en mi vida es fuerza, es luz, es el agua que mueve la paz en mi interior es el Algo que faltaba en mí vacío, ella es aire, es vida, es agua, todas necesarias para estar en la tierra, la amo tanto que no puedo evitar mirarla cada segundo del tiempo, es cómo si esa mirada grisácea escondiera el más grande de los secretos tras esos ojos que me llenan, tras esa cara de ángel, tras esa piel suave, tras esa voz tierna agradable al oyente, tras sus gestos, tras todo eso hay un secreto, un secreto que solo tú y yo sabemos, hay una niña de pupilas rojas, y cabello rojo ardiente y sedoso que llora por su soledad, que llora porque la vida es cruel, porque está harta de aparentar fuerza donde no es más que resistencia, una niña que siempre está alerta que solo es facha, una niña que necesita encontrar su alma, saber qué quiere, qué busca, qué necesita.

A esa niña yo le puedo presentar un niño de ojos cafés oscuro que llora en el rincón de una habitación gris, totalmente oscura, cómo su cabello negro, él llora por los mismos motivos, pero él ya está seguro de qué quiere, él sabe que está buscando, y qué necesita y no es más que esa niña de pupilas rojas que más de una vez lo hiso sentir completo con una caricia, una sonrisa, o simplemente una mirada.

El día en qué nuestros demonios se dejen de encontrar, necesitar, desear, amar, jugar, estar en paz y felicidad, ese día dejaré todo, me dejaré hasta a mí mismo, y podré descansar en paz. Porque sabré que habré cumplido mi promesa.

Hasta que dure, hasta que sea necesario, hasta que nos cansemos, hasta que queramos, Y  hasta que dejemos de sentir ese algo más.

— ¿En qué piensas? — Preguntó ella mirándome curiosa, mientras sus manos acariciaban mi pecho y su cabeza esta recostada del mismo. Suspiré.

Las 2 Caras de Ameet IronsWhere stories live. Discover now