El enviado

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"Poco después de que Kyle se fuera, quizás para siempre. Alguien más llegó a alegrar parte de mi vida. Un niño rubio, de ojos azules, baja clase económica pero siempre optimista y alegre, Kenny McCormick.

Un día simplemente llegó mientras yo jugaba en el parque, a vista de mis padres y el coqueteo de un tipo a mi hermana mayor.

Él sólo dijo.

—Oye tú, ¿Tienes un mejor amigo?

—Creo que no...

—¡Perfecto! Ahora lo tienes

Yo estaba consciente de que eso lo había sacado de una película, pero no recordaba cuál; Para mí sorpresa, Kenny y yo congeniamos muy bien desde entonces, y un mes después, él también se volvió mi mejor amigo."

—¡Mamá, ya llegué!

—Stan, que bueno verte —La señora de la casa se asomó desde la cocina, sonriendo aún más al ver la otra presencia infantil en el marco —Oh, hola Kenny.

—Hola, señora Marsh —Sonrió de vuelta el chiquillo —Vaya, huele exquisito.

—Has venido justo a tiempo para comer.

—¡Perfecto!

Aunque fuera Kenny el que se me acercó primero para entablar amistad, sentía que lo hacía por obligación.

Me saludaba de manera forzosa por las mañanas, a veces mis comentarios solían molestarle fueran dirigidos a él o no, le enfadada cuando hablaba de mi familia o las cosas buenas que me pasaban y a la hora del almuerzo, me quitaba parte de mi comida. Eso nunca reclamé, Kenny era de bajos recursos e incluso convencí a mi madre de preparar dos almuerzos, siendo uno para él.

No me contaba de su familia y cuando iba a mi casa a “jugar”, parecía sólo ir para acercarse a mis padres.

Aún así, tampoco dije de alejarme de él, después de todo, Kenny se mantuvo conmigo mucho tiempo. Era la amistad más cercana y fuerte que tuve desde Kyle, y muchas, él me hacía recordarlo.

Claro, alguna vez le hablé de Kyle y él siempre lo consideró como mi amigo imaginario aunque mi familia contribuyera a mi idea.

Destruyó mi recuerdo y comencé a ver a Kyle como un sueño. Nunca fue real, sólo fue el pensamiento de un niño de diez años.”

—¡Hey, Marsh! —Entró al cuarto sin aviso —¡Vamos a jugar fútbol!

Pero Stan miraba la pequeña planta en la maceta, observando como caía la baya rojiza por consecuencia natural.

Stan la guardó en sus manos, atezorando el último recuerdo que le quedaba de Kyle. La temporada de bayas de volcán había terminado, en cincuenta años, tal vez volvería a brotar.

—Deja de mirar eso y vamos.

—No quiero ir a ningún lado. Tal vez mañana.

—No seas aguafiestas —Se acercó hasta su cama y le palmeó la espalda con fuerza —Te faltan músculos en los brazos. Así no vas a conquistar a ninguna niña.

—No me interesa conquistar alguna

—Eso dices ahora. En la secundaria, vas a llorar por amor femenino.

¿Qué podía hacer para quitarse a Kenny de encima? Le agradaba, pero no cómo le trataba.

—De acuerdo, juguemos un rato

Limpió la baya con la manga de su chaqueta como muchas veces y se la llevó a la boca. Se alejó antes de que Kenny acertara un golpe en su espalda, lo que menos quería, era ahogarse.

El príncipe perdido [Style]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora