Tres días después
Gabrielle
—Nena... ¿por qué hay un tío bueno llamando a tu puerta? —me preguntó Gus con tono extrañado.
Yo le miré, entre sorprendida y asustada. Intenté saltar sobre el respaldo de su sofá para ir a ver y me caí de boca al chocarme con este. Por suerte no me hice daño y pude rehacerme rápidamente para correr hasta la puerta.
Estaba en casa de Gus, mi vecino y mejor amigo. Y su puerta hacia un ángulo perfecto de noventa grados con la mía, así que cuando le logré apartar de la mirilla pude ver al «tío bueno». Era el tipo al que le había robado el zapato tres noches antes. El zapato delator, que me pareció oír reírse de mí desde mi piso.
—¡Joder! —resoplé.
Me tapé la boca al darme cuenta de que giraba la cabeza hacia mí. Aquel era un bloque mediocre y las puertas y paredes eran de papel. Se oía absolutamente todo, seguramente. Por suerte mi madrastra abrió la puerta de casa y eso le distrajo, pero yo no me atreví a destaparme la boca, mientras me peleaba con Gus para poder ver.
Como él era claramente superior, me sacaba dos cabezas y tres hombros, acabé apoyando la oreja para poder oír.
—Busco a Gabrielle Leblanc —decía el tío bueno... digo... Lo que sea.
Yo ni siquiera sabía su nombre, pero estaba claro que él había hecho bien los deberes. ¡Dios mío! ¿Iban a meterme en la cárcel por un zapato? No me había atrevido a volver por allí, pero al día siguiente iría a devolverlo, prometido.
—Aquí no vive nadie con ese nombre —replicó mi madrastra y oí el portazo.
Por una vez, suspiré agradecida de que Mathilde fuera mi madrastra y no una señora cariñosa que se supiera mi nombre o tuviera suficiente interés en mí como para preguntarle al rarito tío bueno trajeado por qué llamaba a mi puerta.
Empujé a Gus de nuevo, que me dejó ver un poco. El hombre se rascó la cabeza, confuso y giró hacia la puerta de mi amigo y la de enfrente. No había más en el rellano, por suerte. Sin embargo, se acercó a nosotros.
Yo aparté a mi amigo para correr lejos de la puerta, como si así pudiera esconderme de él. Gus me miró, parpadeando, sin entender nada.
El timbre me hizo gritar en voz baja y negué con fuerza y la boca tapada, para que no abriese. Sin embargo, no me hizo ni caso y giró la llave en la cerradura. Yo me arrastré, porque en algún momento había acabado en el suelo a cuatro patas y me metí detrás de la puerta.
—¿Sí? —preguntó Gus, con su mejor sonrisa.
Yo me rodeé las rodillas contra el pecho y recé porque aquel hombre no me viese en aquel estado. ¡Aquello era mucho peor que haberme pillado con los tacones de la empresa! A ver como explicaba estar sentada en el suelo detrás de la puerta...
—¿Conoces a Gabrielle Leblanc?
—Depende, ¿eres del banco o la secreta?
Mi amigo tenía una pierna detrás de la puerta y le pateé un poco. ¡Menudo descarado! ¿Qué se iba a pensar el tío bueno de mí? Quiero decir, que me da igual, pero yo que sé. Tarde o temprano tendría que volver al trabajo.
—Ni una ni otra. ¿La conoces? Tenía entendido que vivía ahí, pero me han dicho que no.
—Se ha mudado.
—¿Dónde?
—¿Por qué quieres saberlo, esto...?
—Lorcan, me llamo Lorcan.
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Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️
RomanceGabrielle Leblanc trabaja como limpiadora en las oficinas de una multinacional de moda. Una noche, siente la tentación de probarse unos zapatos de tacón rojos, no podía imaginarse que acabaría robándolos, ni que sería descubierta haciéndolo. Y mucho...