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Gabrielle

Lorcan no habló en un buen rato. Pero no me quejé, mientras me guiaba por un camino de piedra. Porque iba cogido de mi mano con suavidad y yo llevaba la chaqueta calentita de su traje sobre los hombros.

Recorrimos la enorme mansión por fuera y paramos junto a una de las torres, en el camino que discurría pegado a la casa, en un jardín lleno de flores.

—Vaya, es precioso —le alabé, por romper el silencio.

—Sí. Era el sitio favorito de mi madre, pero creo que tenía que ver con que estaba liada con el jardinero —bromeó.

—Vaya. Empiezo a ver un patrón en tu familia.

—¿A qué te refieres? —preguntó confuso.

Yo me giré hacia las flores para observarlas con atención, gracias a los focos que alumbraban todo el patio.

—Aysha dice que cuando conoció a Will estabas muy preocupado porque ella fuera granjera...

En realidad, Jade y Aysha habían hablado mucho al respecto. Y me pareció que trataban de advertirme de que Lorcan tenía ciertos prejuicios al respecto... Yo me había limitado a callar y escuchar. Quería saber de Lorcan, pero no tenía tanto interés en revelar mis «secretos». Jade parecía especialmente interesada en que yo viera lo genial que era su hermano o algo parecido. Como si no lo supiera...

Quizá desde aquel día en la feria, cuando nos habíamos besado en la noria... O quizá desde que le había robado aquel zapato. No lo tenía claro. Pero estaba coladísima por él. Pese a todas mis pegas y críticas, pese a que no pensé jamás que pudiera colarme de nadie gris. Al final, la gracia estaba en los matices, supuse, porque me gustaba de verdad.

—¿Eso te ha dicho Aysha? Lo que me preocupaba no era que limpiase la mierda de animales, era que quisiera usar a mi hermano para dejar de hacerlo —replicó, con cierto tono de cabreo.

—Ya, había leído entre líneas, no te creas. —Volví a girarme hacia él, que apartó la vista confirmando mi conclusión—. Si eso es lo que te preocupa de mí, déjame decirte que no me interesa tu dinero. Es verdad que me has dado trabajo, Lorcan, pero creo que yo no he dudado en ayudarte, como cuando necesitaste que me hiciera pasar por modelo de tu empresa o para pillar a ese tío de recursos humanos. En mi mundo somos pobres, pero honrados y si tenemos la oportunidad de ayudar...

No pude acabar la frase, porque Lorcan me rodeó de la cintura y me pegó contra él, antes de invadir mi boca con algo parecido a la desesperación. Yo rodeé su cuello con mis brazos y respondí al beso, porque me pareció que lo necesitaba más que nada en el mundo. Y, siendo sincera, yo me moría de ganas por aquello siempre.

Llevó una mano hasta la raja de mi falda y tiró de mi muslo para que lo apoyase en su cadera, mientras apoyaba mi espalda con delicadeza contra el muro de la casa. Yo me agarré más fuerte a él, para no caerme, porque me temblaba la única pierna que tenía apoyada en el suelo.

Profundizó el beso, invadiendo mi boca con su lengua y yo salí a su encuentro, mientras el mundo frenaba con fuerza a nuestro alrededor y todo lo que no fuésemos nosotros desaparecía. Solo podía sentir su calor, su olor y su presencia.

Cuando tuve claro que no iba a dejar que me cayese, porque apoyó su mano libre en mi cintura, por debajo de su chaqueta, me atreví a desabrocharle la corbata.

Él no se quejó, pero se separó un segundo de mis labios para mirarme a los ojos, como si se estuviera planteando algo que no expuso en alto. Luego llevó sus labios a mi cuello y me besó con suavidad en un punto muy sensible tras la oreja, mientras subía su mano hasta mi nalga, introduciéndola por la raja del vestido y colándola debajo de mi ropa interior para tocar mi piel, que ardió ante su contacto.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora