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Un mes después

Gabrielle

—Mierda, mierda, mierda —la maldición de Gus me hizo alzar la cabeza hacia él, del lienzo dónde estaba pintando yo—. Jaq está esperándome ya. ¿Quieres que te llevemos a trabajar?

Se levantó de su escritorio y se acercó a mí para darme un beso en la mejilla. Yo negué con la cabeza, señalando mi bata manchada.

—Tendré que ducharme y todo, antes de ir a trabajar.

—Pues deberías empezar ya, o llegarás tarde —me regañó, antes de salir a toda prisa.

Yo suspiré un poco, apreciando sinceramente la paz del piso de Gus. Tiempo atrás, cuando lo dejé con mi novio (un guitarrista que solía tocar en el metro), y se largó llevándose con él mi primer amor y la esperanza de un futuro juntos, Gus me había encontrado llorando en el portal. Ese día subió a mi casa, comimos juntos helado por primera vez y lloramos por nuestros respectivos amores perdidos. Para mí fue curioso ver a un tipo tan grande como era Gus, desnudar su alma con esa simpleza. Y, durante un tiempo, también me colgué de él, pese a que sabía perfectamente que a él solo le gustaban los hombres.

Luego solo había quedado una gran amistad. Nos habíamos consolado mutuamente tras nuestros respectivos fracasos amorosos. Yo tendía a enamorarme de cualquiera dispuesto a partirme el corazón y él sentía una fijación casi tan enfermiza como la mía, por los tíos más heteros y homófobos del mundo. En fin, dos fracasados amorosos.

Y eso nos había convertido en los grandes amigos que éramos ahora. Tras aquella primera ruptura, Gus me había pedido que me mudase con él. Dijo que el piso era demasiado grande para él solo (vamos, una mentira más grande que todo el edificio) y que así compartiríamos el alquiler. Y eso sí que me hubiera gustado. Pero por aquel entonces, yo me había mudado de mi pequeño estudio tipo loft allí, porque mi madrastra y mis hermanastras habían vuelto a mi vida después de cinco años de no verlas.

Aquella era otra larga historia en la que no solía querer pensar. Pero el caso, es que después de decirle a Gus que ellas me necesitaban (a mí y al dinero que yo ganaba, porque ninguna de las tres trabajaba), rechacé su oferta con mucho dolor. Porque vivir con él habría sido genial.

En cualquier caso, cosa de una semana después de aquello, le enseñé mis cuadros y todo el dolor que expresaba en ellos, para que me diese su opinión. Gus no tardó ni tres días en convertir su dormitorio libre en un estudio para que lo compartiésemos. Antes tenía un pequeño cuarto de invitados y él trabajaba con su Mac en el sofá. Pero tiró la cama y montó un escritorio para él en un lado, con un armario para sus cámaras y sus cosas, y al lado contrario, un caballete, un plástico de colores en el suelo y una estantería enorme llena de pinturas que yo no podía permitirme.

Aquel día, me dijo que era tan egoísta que quería tenerme cerca y yo me sentí querida de verdad por primera vez en mucho tiempo.

Así que solía pintar allí. La habitación, y el resto de la casa de Gus, en realidad, estaban decoradas con mis cuadros. Según él, era su pago del alquiler por el usufructo de la sala. Yo le hubiera dado cuanto quisiera, porque se merecía el cielo, y, al igual que yo, no había tenido mucha suerte en la vida...

Por suerte había encontrado a Jaq. Los había visto tontear juntos durante ese mes, sonreírse, salir y robarse besos furtivos. Durante la sesión de fotos para la empresa Millerfort no habían dejado de bromear y habían convertido la experiencia en algo genial, pese a las horas en las mismas posturas, los interminables cambios de vestuario y las caras largas de las otras modelos.

No había visto a Lorcan allí y tampoco lo hice apenas por la oficina el resto del mes, mientras yo limpiaba. Por suerte, mi contrato con ellos había acabado y no tendría que volver a exponerme ante la cámara. Quería seguir limpiando a lo mío y, cuando nos cruzábamos, me limitaba a saludarle con educación, igual que hacía él conmigo. No se había disculpado, aunque tampoco esperaba que lo hiciese, la verdad. No parecía algo que el gran Lorcan Millerfort hiciera.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora