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Gabrielle

Me desperté cuando alguien llamó a la puerta. En realidad, no estaba segura de haberme dormido del todo. Tenía la sensación de haber pasado toda la noche en un duermevela, entre un mundo y otro. Soñando a ratitos con Lorcan haciéndome el amor y otros ratos discutiendo con él por considerarme capaz de venderme por dinero...

Así que cuando salí de la cama, rascándome el pelo revuelto, me dolía la cabeza y sentía los ojos hinchados. Y mi ánimo no mejoró al abrir la puerta y encontrarme con Lorcan al otro lado, con una bandeja con el desayuno, la camisa remangada y sin corbata. La verdad es que, al examinarle un poco con la mirada, parte de mi enfado se esfumó.

No sabía estar enfadada, por desgracia, siempre acababa perdonando a todo el mundo. Así que me forcé por permanecer delante de la puerta, mirándole con toda la dignidad que pude con mi pijama de pelo de colores.

—¿Qué quieres, Lorcan? Es muy temprano.

—No lo es, pero quería disculparme. —Movió un poco la bandeja hacia mí y el olor a gofres y chocolate me hizo apartarme de la puerta para que pudiera entrar.

Tragué saliva nerviosa cuando cerré la puerta tras él, aunque no me moví del marco. Quería seguir enfadada, la verdad, porque había sido bastante capullo. Él dejó la bandeja sobre la mesilla y se giró hacia mí.

—He traído café, chocolate y gofres con nata. Pero tranquila, no he hecho yo nada de eso, puedes comértelo —bromeó—. Además, he venido sin corbata porque sé que no te gustan. Sin embargo, tengo que reconocer qué no estoy del todo seguro de qué hice para cabrearte.

—¿En serio? —resoplé, como tanto le gustaba hacer a él.

—Pero lo siento mucho —aseguró.

—Pensaste que aceptaría a tu hermano y su dinero. —Me crucé de brazos—. Pese a todo, sigues pensando que solo quiero cazarte y haga lo que haga, eso no cambiará, ¿verdad? Siempre creerás lo peor de mí.

—¡No pensé que fueras a irte con Peter por dinero! —replicó, acortando la distancia que nos separaba.

Yo me quedé sin aire cuando se paró a un paso de mí. Me moría de ganas de echarle los brazos al cuello y acabar lo que habíamos empezado la noche anterior contra el muro.

—Creí que podríamos... estar juntos o lo que fuera, Lorcan —expliqué, apartándome un poco de él para poder pensar y dándole la espalda—. Pese a que seamos tan diferentes... Pero está claro que hay una barrera entre nosotros, y es tu desconfianza.

—No fue por el dinero, Gabbs —murmuró, rodeándome por la espalda con un brazo y apoyando su frente en mi nuca con suavidad—. Te dije hace tiempo que Peter me levantaba todos los ligues. Llámalo inseguridad adolescente. Confío en ti. Y me gustas, Gabrielle. No sé si esto está bien o no, pero no quiero perderte.

Me giré para quedar de frente a él, quería ver sus ojos, necesitaba saber si era sincero y sus ojos azules siempre parecían gritar verdades. Y, quizá, él llevase razón y aquello no estaba bien. Pero yo también quise confiar.

—Espera —pedí con suavidad, cuando inclinó la cabeza para besarme.

Me miró con el ceño ligeramente fruncido. Preocupado. Supuse que tardaríamos tiempo en hacer que nuestros colores combinasen sin opacarse. Sin embargo, pensé que podríamos disfrutar experimentando. No tenía por qué ser malo.

Desabroché los botones de su camisa muy despacio y él pareció relajar su gesto a cada botón que bajaba más. No comentó nada, se limitó a dejar las manos en mis caderas y mirarme con sus ojazos azules llenos de interés. Yo acabé de desabrocharle la camisa y la saqué de debajo de la cintura de sus pantalones de traje.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora