Gabrielle
Si hubiera tenido que describir con una palabra cómo me sentí rodeada de todas las modelos de la empresa Millerfort hubiera sido «pequeña». Mi altura estaba en la media, más o menos, pasaba del metro sesenta por varios centímetros. Sin embargo, la más bajita de aquellas mujeres, debía pasar el metro ochenta, antes de ponerse los tacones incluso.
Quizá estaba exagerando. En realidad, llevaba toda la semana viéndolas, en las pruebas de vestuario y todo eso, pero no me sentí así hasta que las vi reunidas a todas. Elegantemente vestidas. Y lanzándome miradas de reojo y sonrisas de superioridad. Me importaría quizá, si no estuviera segura de que Jaq había elegido para mí el vestido más bonito y llamativo de todos.
Nos llevaron en un par de limusinas a todos, como si no se fiaran de que supiéramos llegar solas o algo. La verdad es que, si me hubieran dejado a mi bola, seguramente me hubiera quedado en mi casa, comiendo palomitas con Gus. Pero con aquel vestido puesto, que conste, porque no me lo iba a quitar jamás. Ya buscaría la forma de llevármelo a casa. Después de todo, al final llevaba el zapato robado puesto en ese momento.
Posé con las demás cuando bajamos de la limusina. Me había tomado dos copas de champán en esta, pero no me sentí del todo calmada. Aun así, me esforcé mucho por no poner caras en las fotos, ni nada parecido. Aunque mi estilo era más de bizquear, sacar la lengua o inflar los carrillos cada vez que el objetivo me apuntaba. Supuse que eso no haría mucha gracia a Lorcan Millerfort.
Y claro, si seguíamos en aquella dinámica de tener que trabajar por él cada vez que la cagaba, me moriría sobre los tacones por ser yo misma. En cuanto los fotógrafos y la prensa se cansaron de hacernos fotos delante de un fondo con el logo de la empresa de los Millerfort, me escaqueé de las entrevistas. Si solo con imágenes podía liarla, hablando podía hundir el negocio a mi nuevo jefe.
Me metí en el baño en cuanto conseguí escaparme y me relajé un tanto. Ya había pasado lo peor, según Jaq, después de aquello podría dedicarme a tomar algo y relajarme en la discoteca habilitada para la fiesta. Sin embargo, me dediqué un minuto entero para admirarme frente al espejo de cuerpo entero del baño.
Estaba segura de no haber estado nunca tan... elegante, ni sexi. Ni siquiera estaba segura de qué palabra me definía mejor. Supuse que la ropa cara, al final sí que era diferente de la barata de alguna manera. Y a eso había que añadirle las tres horas de peluquería y maquillaje, claro.
Mi pelo rubio y siempre liso ahora tenía unos tirabuzones perfectos que llegaban hasta debajo de mis hombros, con una elegancia que parecía natural. El maquillaje de mi cara era sutil, salvo por los llamativos labios rojos, que combinaban con la parte superior del vestido y los tacones.
Y luego estaba el vestido. Si tuviera que elegir una sola prenda para llevar el resto de mi vida, sería aquella. Era fantástico, mágico, sexi. ¿Ya lo he dicho? La parte de arriba era de algo parecido a la licra y muy ajustado a mi escaso pecho, realzado con un sujetador que hacía que pareciese el doble de grande de lo normal, se unían a la cintura de la falda y rodeaban mis hombros, como dos gruesos tirantes. Y una tira negra formaba una especie de mangas, de la que salían dos gasas gruesas, de color rojo, pero ligeramente transparente, que se unían a las otras en la cintura de la falda. Consiguiendo convertir un escote exagerado en una sutil adivinanza.
La falda negra, era larga hasta el suelo. Sin tacones, arrastraría por este. No era demasiado ajustada, pero tampoco ancha y una raja llegaba desde el final de este hasta mi cadera. Se abría ligeramente con cada paso que daba, y había temido que se me viera todo, pero se mantenía en su sitio sin esfuerzo, como si estuviera grapada a mi piel.
Al final me decidí a salir de mi escondite. No pintaba mucho encerrada allí, la verdad. Un par de chicas entraron y salieron mientras yo me miraba, pero ninguna me dijo nada. Supongo que parecía un poco rarita con la vista fija en mí misma, o quizá era lo que se estilaba entre las modelos.
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Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️
RomanceGabrielle Leblanc trabaja como limpiadora en las oficinas de una multinacional de moda. Una noche, siente la tentación de probarse unos zapatos de tacón rojos, no podía imaginarse que acabaría robándolos, ni que sería descubierta haciéndolo. Y mucho...